La comprensión sobre la información nutricional de un alimento debería de ser comprendida por todos, o al menos por una amplia mayoría. Las etiquetas al dorso no siempre son lo suficientemente claras, y el consumidor, muchas veces, lo deja pasar.
“Es muy confusa esa información para los consumidores porque, más allá de que a veces está en letra muy chiquitita, se requiere de cierta preparación para decodificarla”, explica al medio dedicado a la salud, Con Bienestar, el licenciado en nutrición Sergio Britos (M.N. 1.170); además, director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA).
Leer también: El ibuprofeno nebulizable no está autorizado para el COVID-19
Esto “conspira” contra la posibilidad de que la gente aproveche la etiqueta como fuente de información y atenta contra una dieta saludable. El especialista aseguró: “Esto, sumado a la tendencia del crecimiento en materia de sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas vinculadas en los últimos años en la Argentina, hizo que se empiece a prestar atención a lo que se denomina etiquetado frontal de alimentos”.
La etiqueta deseada
Se trata de un etiquetado nutricional que se ubica en el frente de los alimentos que se venden envasados. Esta normativa busca visibilizar la información más relevante, en “forma simple, corta y práctica”, junto con un modelo gráfico para que el consumidor a primera vista pueda tener una idea acerca del valor de un alimento.
Leer también: Las ventajas de la ansiedad y las preocupaciones
“Se prevé que se aplique por definición a todos los alimentos que son envasados por fuera del alcance del consumidor. Sólo quedan excluidos los productos que se compran a granel, sueltos, como el garbanzo, la lenteja, o el pan de la panadería o la carne de la carnicería”, detalla Britos.
Este referente en materia de alimentación reveló que se estudia en el país un nuevo modelo de información en los envases sobre los niveles de sodio, azúcar y calorías que contienen los productos. Y habló de modelos como el francés, que establece un “semáforo nutricional” para las etiquetas, donde el rojo advierte al consumidor sobre el escaso valor saludable de un producto y el verde lo señala como potable, aunque la gama de colores tiene matices entre esos extremos.
Otro modelo, el del sello negro en las etiquetas, se usa en Chile, México y Uruguay para advertir sobre peligros extremos de un alimento envasado, con la idea de desalentar su consumo.
Por lo pronto, la mayor claridad de la información en la parte delantera del envase parece ser un camino posible.
Fuente: Con Bienestar