El SARS-CoV-2 o virus que causa la COVID-19 continúa propagándose y ha llevado a más de 20 mil muertes en todo el mundo en menos de 4 meses. Los esfuerzos por desarrollar una vacuna avanzan, pero todavía parece improbable tenerla antes de 12 o 18 meses.
Entretanto, la pandemia con más de 400 mil casos confirmados en el mundo incita a los investigadores a buscar terapias seguras y eficaces para los pacientes con COVID-19 y en la primera línea de dicho esfuerzo puede estar un fármaco antipalúdico. Algunos de esos prometedores medicamentos se utilizan de forma alterna como tratamiento compasivo para los pacientes, mientras simultáneamente se llevan a cabo ensayos clínicos para probar tanto fármacos nuevos como redirigidos.
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Se sabe que en algunas personas, ciertos medicamentos para tratar la COVID-19 provocan una prolongación en el intervalo QT corregido, el cual es un indicativo de la salud del sistema de conducción eléctrica del corazón. Los pacientes con intervalos QT corregidos peligrosamente prolongados tienen más riesgo de una anomalía potencialmente mortal en el ritmo ventricular que puede llevarlos a muerte cardíaca repentina.
"A fin de neutralizar esta amenaza, es importante identificar correctamente a los pacientes que son más susceptibles a este efecto secundario indeseado y trágico, además de saber usar estos medicamentos de forma segura", comenta el Dr. Michael J. Ackerman, cardiólogo genético de Mayo Clinic. El Dr. Ackerman dirige el Programa integral para muerte cardíaca repentina Windland Smith Rice de Mayo Clinic.
Un estudio publicado en Mayo Clinic Proceedings ofrece más detalles sobre los posibles peligros y la puesta en práctica de la monitorización del intervalo QT corregido para guiar el tratamiento cuando se emplean fármacos que provocan alteraciones en el ritmo cardíaco. El Dr. Ackerman es el autor experto de dicho estudio.
La hidroxicloroquina es un fármaco de larga trayectoria en la prevención y el tratamiento del paludismo. Se lo utiliza también para controlar y minimizar los síntomas de enfermedades autoinmunitarias, como el lupus y la artritis reumatoide. En las pruebas de laboratorio, la hidroxicloroquina es capaz de impedir a los virus SARS-CoV y SARS-CoV-2 unirse a las células e introducirse en ellas. Si estas capacidades antivirales funcionan igual en animales y humanos, el fármaco puede servir para tratar a los pacientes con COVID-19 y limitar la cantidad de muertes por la enfermedad.
A nivel celular, los medicamentos que pueden prolongar el intervalo QT, como la hidroxicloroquina, obstruyen uno de los canales fundamentales del potasio que controlan el sistema de conducción eléctrica del corazón. Esa interferencia aumenta la posibilidad de que el ritmo cardíaco degenere en latidos cardíacos peligrosamente erráticos que terminan en muerte cardíaca repentina.
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Por ello, los cardiólogos y los científicos médicos de Mayo Clinic prepararon una guía urgente sobre cómo usar un electrocardiograma (ECG) de 12 derivaciones, la telemetría o un ECG operado desde un teléfono móvil inteligente para determinar los intervalos QT corregidos, como uno más de los signos vitales del paciente, a fin de identificar a las personas que corren más riesgo y, en última instancia, minimizar la probabilidad de una muerte cardíaca repentina de inducción medicamentosa.
"En estos momentos, nos encontramos en un territorio desconocido que se extiende desde no supervisar en lo absoluto al intervalo QT corregido y simplemente aceptar este efecto secundario potencialmente mortal como parte de las bajas, o hacer que el personal técnico en ECG ingrese a diario en la habitación de un paciente con COVID-19, se exponga al coronavirus y consuma el escaso equipo de protección personal. Aquí, Mayo Clinic dio un paso al frente para proveer oportunamente una guía fundamental", señala el Dr. Ackerman.
Fuente: Mayo Clinic