Corea del Sur es reconocida por haber desarrollado una de las estrategias más efectivas del mundo para contener el avance del nuevo coronavirus. Uno de los motivos: aprendieron de épocas pasadas. Sufrieron la pandemia de gripe porcina en 2009 y el brote de MERS en 2015, y se prepararon.
“Esto es ciencia, tenemos que ser humildes, perderemos en el momento en que seamos arrogantes”.
Sin aislamiento obligatorio hasta el momento, tienen 10 mil casos positivos, 174 muertes y 6 mil recuperados en una población de 51 millones de habitantes, similar a la de España, que tiene 47 millones de habitantes y 120 mil casos confirmados.
Realizan 15 mil test por día y van a buscar a los infectados a sus casas o a sus trabajos por geolocalización, sin esperar que esas personas se desplacen o lleguen a los servicios de salud.
Kim Woo-Joo, el experto en coronavirus más importante de ese país habla con cautela de esa estrategia y avisa que no es tiempo de confiarse: “Esto es ciencia, tenemos que ser humildes, perderemos en el momento en que seamos arrogantes”.
Sabe que es una situación sin precedentes. Desde 1990 se ocupó de varias enfermedades infecciosas como tuberculosis, SIDA, varicela, SARS, gripe porcina, ébola y MERS, pero sobre esta última explica: “Según mis 30 años de experiencia, puedo decir que esta pandemia de COVID-19 es la más complicada”.
“Según mis 30 años de experiencia, puedo decir que esta pandemia de COVID-19 es la más complicada”.
Los detalles de la estrategia, contados por el investigador:
- Gran cantidad de pruebas. Se realizan unas 15 mil test cada día. Hasta el 23 de marzo se habían hecho 338 mil, cifra mayor a la de otros países afectados.
- Control extremo. El país está controlando la situación mejor que cualquier otro, pero el investigador es cuidadoso e indica que el desafío todavía no terminó, y que sigue latente el riesgo de infección. Su problema, ahora, es el número creciente de personas que viene de Europa o América del Norte y llevan el virus a Corea del Sur. A todos les realizan las pruebas: el 20 por ciento de los casos confirmados a diario son de la gente que viene del extranjero.
El resultado que indica positivo o negativo en COVID-19 debería tardar seis horas, según explica, pero como son demasiadas pruebas a la vez, entonces alojan a las personas en una instalación temporal por un día y obtienen los resultados al día siguiente.
Si dan positivo, los pacientes en estado crítico son enviados al hospital, y los casos menos serios van a centros de tratamiento de salud. Si dan negativo, se van a casa y hacen la cuarentena por dos semanas.
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Desde el Estado los ayudan a instalar una aplicación móvil de auto-cuarentena en sus teléfonos y a través de ella rastrean su ubicación. Si salen de sus casas, se dispara una alarma avisándoles que salieron del límite establecido
Por otro lado, como podrían empezar a tener síntomas después del periodo de incubación del virus, están obligados a registrar dos veces al día cómo se sienten. Si el personal encargado de hacer el seguimiento ve que no cargaron los datos algún día, van a pensar que no está haciendo la cuarentena correctamente y se pondrán en contacto.
- Uso de barbijos “Usar mascarilla es definitivamente efectivo”, explica Woo-Joo. A su vez, le parece extraño que en occidente, como en Europa y Estados Unidos, no sea común ver a la gente con este elemento sanitario.
El especialista se manifestó en desacuerdo con la recomendación de la OMS, que desaconseja (aunque ahora está reviendo la situación) el uso de las mascarillas en la población en general, reservando su uso para aquellos que están infectados, para el personal de salud que trata con pacientes o para acompañantes de casos positivos.
Luego, reflexiona: “Hay que leer el contexto, creo que el objetivo era evitar que el público almacenara mascarillas de manera compulsiva porque los profesionales médicos lo necesitan más. Si se les agotan a los ellos no podrán tratar a la gente”.
Para Woo-Joo, la evidencia que dejaron los brotes de SARS y MERS, demostró que son efectivas ya que previene la transmisión.
- Aislamiento recomendado, no obligatorio. Desde el 20 de marzo el primer ministro hizo un anuncio especial: recomendó, encarecidamente, el aislamiento social. Por otro lado, también sugirió, sin obligación, que se cierren las instituciones religiosas, los bares, los gimnasios de interiores y otros lugares en donde se junta gente, por dos semanas.
“Los que tienen entre 50 o 60 años están siguiendo bien estos protocolos, pero la gente que está rondando los 20 no. El motivo tiene ver con la educación, acá es muy importante, incluso si están enfermos y tienen fiebre tienen que ir a la escuela y a la academia”, describe el investigador.
El año escolar fue aplazado para los estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato, pero por la tarde y noche los chicos van a academias. El 90 por ciento de ellas están abriertas. El experto explica que las personas que están en los 20 seguirán yendo a estudiar a lugares concurridos, seguirán yendo a bailar y a bares y karaokes, algunos, sin usar la protección debida. Sin embargo, solo el 30 por ciento de los infectados son de personas de esa edad, “eso es inusual”, comenta.
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- Escenarios a futuro. En cuanto a la consulta del entrevistador sobre cuándo acabará esto, respondió: “Es la pregunta que más me hacen. Es difícil de predecir, pero te puedo decir que no se va a acabar rápido”.
El mejor escenario, según cuenta, sería que, como sucedió con el SARS en 2003, todos los países alrededor del mundo puedan trabajar juntos para que esto acabe en julio o agosto de este año, y para que no vuelva a infectar a la población humana otra vez.
¿Qué posibilidades reales hay de que esto suceda? su respuesta fue contundente: “No es tan probable como con el SARS, así que quizás haya un diez por ciento de probabilidades, o quizás menos. En 2003 viajar internacionalmente no era tan frecuente como ahora, se puede decir que hoy el mundo prácticamente no tiene fronteras”.
El segundo escenario posible sería que permanezca hasta el verano (de Corea) y desaparezca del hemisferio norte, pero en cambio se extienda en el hemisferio sur. Lo que sería invierno en Australia, Sudáfrica y Sudamérica en ese momento, para luego volver al hemisferio norte en noviembre o diciembre, “como la gripe estacional, podría tener un ciclo regular”.
El último supuesto, y para él el más ambicioso y difícil de lograr, sería desarrollar una vacuna y vacunar a toda la raza humana. “En 1980 la viruela desapareció de la faz de la tierra gracias a una vacuna, si encontramos una muy efectiva como aquel entonces, podemos ponerle fin a esto”.
- Vacuna. Según cuenta el investigador coreano, inventar una vacuna para un nuevo virus normalmente tarda de 10 a 15 años, y costaría más de 800 millones de dólares. El COVID-19 ni siquiera tiene 100 días, solo pasaron dos meses desde que los expertos conocieron su ADN.
“Como muy pronto, si todo va perfecto, tardaría 18 meses. Pero incluso si Estados Unidos o China lograran desarrollar una vacuna, ¿la compartirían con otros países?”, reflexiona.
La opción más rápida que hay hasta el momento y en la cual se está trabajando arduamente (además de las vacunas) es el reposicionamiento de medicamentos. Probar los que son efectivos en otras enfermedades para ver cómo reaccionan frente al virus.