La red se infla, el grito estalla y los signos vitales se alteran. Hinchas y jugadores activan reacciones en el cuerpo y en la mente. Todos los corazones laten más fuerte, unos por energía vital; otros, por sufrimiento.
El gol, el punto clave
“Un gol significa una serie de cosas desde el punto de vista del organismo. Es un estallido por la concreción de un objetivo de felicidad, por lo cual hay un episodio mental y un episodio hormonal que libera cortisol, catecolaminas, serotonina, dopamina y endorfinas”, describe a Con Bienestar el médico deportólogo y cardiólogo Jorge Franchella (M.N. 44.396).
Vitalicio de River, Franchella explica que cuando la pelota entra “hay una taquicardia que acelera nuestro corazón, para que le lleve sangre a todos nuestros tejidos, especialmente al cerebro y al corazón, para que pueda reaccionar y le permita saltar, celebrar, abrazar y sonreir”.
“Es un estallido espontáneo que supera al festejo programado y la sensación de una inmensa felicidad, que a veces queremos fabricar artificialmente con medicamentos. En el momento del gol, todo se transforma, súbitamente, brota un placer sublime y estalla la concentración. Por eso, una persona puede echarse a correr, sacarse la camiseta cuando no debe, por más que eso esté sancionado, y durante unos segundos perder el control de objetividad y liberar la parte infantil de la explosión feliz”, relata.
¿Qué le pasa a quien recibe un gol?
Expertos en medicina del estrés consideran que eso representa un dolor emocional, una puñalada al orgullo, una herida psicofísica profunda que puede provocar, en casos extremos, un dolor de corazón, una angina de pecho y hasta un infarto.
Un viejo reporte del British Medical Journal detectó el aumento del 30 por ciento de las internaciones por infartos en Londres cuando la Selección Argentina eliminó por penales a los ingleses en el Mundial de 1998, gracias a una atajada del arquero Carlos “Lechuga” Roa.
Hay una revolución en el cuerpo cuando se produce un gol. Se produce una gran descarga de adrenalina y aumenta la frecuencia cardíaca. Se dilatan las pupilas, aumenta la transpiración, se agita la respiración, se eriza la piel, se seca la boca, aumenta la tensión muscular.
A la vez, sube la presión arterial, puede haber taquicardia y una sensación de ahogo.
Fuente: TN Tecno