En un potencial escenario en el que la vacuna contra el COVID-19 llegue antes de fin de año, los esfuerzos internacionales para comenzar a diseñar un sistema de vacunación parecerían estar en puerta. De a poco, son muchos los interrogantes que se fueron aclarando. Uno de ellos giró en torno a las dosis de cada fórmula que se estima serán dos para lograr una respuesta inmune más duradera.
En los últimos días, grandes candidatas destacaron sus elevados niveles de inmunidad contra el virus: del 90% la vacuna de Pfizer; del 92% la rusa Sputnik V; la de Moderna, más de un 94% de efectividad y del 90% la de Oxford-AstraZeneca, en el régimen de media dosis de la vacuna seguida de una dosis completa con un mes de diferencia.
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De acuerdo a un estudio publicado en la revista científica PLOS ONE que examinó a la vacunación desde una perspectiva psicológica, hay un correlato importante del comportamiento de vacunación es la confianza en ella, que se refiere a las actitudes y creencias relacionadas con los beneficios y la seguridad de las vacunas, así como la confianza en los proveedores de vacunas, como los trabajadores de la salud, las autoridades de salud y responsables políticos.
Por otro lado, de acuerdo a la investigación, las personas que perciben las vacunas como menos beneficiosas y seguras, rechazan con mayor frecuencia las vacunas programadas para sus hijos y las vacunas contra la influenza para ellos mismos.
A pesar de que son muchas las candidatas con distintas tecnologías y plataformas de desarrollo, todas coinciden en que la segunda dosis se daría semanas después de la primera, o incluso un mes después.
¿Qué implica para la población que haya que aplicarse dos dosis de una misma vacuna con días de diferencia? El mayor inconveniente de la doble dosis sea que va contra la naturaleza humana: la gente se olvida de la segunda, no puede ausentarse del trabajo, no encuentra dónde dejar a los niños, se muda a otro lugar donde no llega el proveedor de la primera dosis que recibió, enumeró Zhang, entre otros ejemplos. “Es la conducta humana normal, más allá del COVID-19”, dijo Azra Behlim, director de la empresa de cuidado de la salud Vizient.
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En este sentido, el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat explicó que el ser humano es un animal de hábitos y costumbres porque confía que estos son buenos para su vida: “Estas costumbres a veces están avaladas por la práctica empírica que nace de la experiencia pero también hay otras que nacen desde los prejuicios y las creencias que no estarían comprobadas exactamente en la realidad, y esto puede pasar con abarajar si darse o no la segunda dosis porque ya me siento ‘cubierto’”.
“El éxito de la campaña de vacunación va a depender de la comunicación, y eso depende de quién lo comunica ya que las conductas sociales derivan de este tipo de factores”, explicó Horvat.
En este contexto, una investigación publicada en la revista Psychological Science reveló que las intervenciones más efectivas para que la población se vacune se enfocan directamente en moldear el comportamiento de los pacientes y los padres en lugar de intentar que cambien de opinión con respecto a la vacuna.
De acuerdo al estudio, las intervenciones para fomentar la vacunación son notablemente efectivas cuando intervienen directamente en el comportamiento sin intentar cambiar los pensamientos y sentimientos de las personas sobre la vacunación o el contexto social en el que ocurre. Y que para aumentar la aceptación de la vacuna se debe facilitar la acción a través de recordatorios y avisos para reducir las barreras a través de la logística. Estas intervenciones también moldean el comportamiento a través de incentivos, sanciones y requisitos.
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En esta misma línea, Harry Campos Cervera, médico especialista en psiquiatría y miembro de APA, explicó que para evitar un comportamiento en masa, es decir una conducta que se realiza desorganizadamente sin un líder, se debe comunicar de manera clara los beneficios de aplicarse las dos dosis de la vacuna: “Todo tiene que estar informado de manera impecable y desde un mismo lugar, no puede ser que haya un rebaño y miles de pastores. Esto es muy importante”.
Para el infectólogo Lautaro de Vedia, ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), la población debe volver por la segunda dosis y no confundir con que ya están inmunizados a la primera aplicación: “Eso hace que la respuesta inmunológica sea más potente, sino estamos haciendo algo incompleto y vamos a tener una respuesta mínima. Es normal que durante la primera dosis aparezca algún efecto adverso muy efímero y puede ser que no quieran darse la segunda dosis. A pesar de eventos adversos leves y totalmente pasajeros, eso no tiene que impedir que vayamos con entusiasmo a buscar la segunda dosis”.