El cuerpo humano está compuesto por un 60-70 por ciento de agua, pero esta cantidad se va perdiendo a lo largo del día a través de la orina y la sudoración. El organismo necesita el líquido para mantener la temperatura corporal, lubricar las articulaciones y eliminar desechos.
Por lo tanto, se debe tomar agua de forma constante sin tener sed. Experimentar la sensación de estar sedientos es una mala señal: eso significa que el cuerpo ya empezó a deshidratarse.
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Lo saludable es consumir alrededor de dos litros de agua por jornada. Esto se suma al líquido que ya contienen muchos alimentos, en especial frutas y verduras, que representan el 20 % de la dosis diaria recomendada.
Esa cantidad de agua no es aleatoria, tiene una razón. “Son como mucho dos litros y medio al día porque el máximo que pueden eliminar los riñones por hora son entre 600 y 800 mililitros de líquido y hay que tener en cuenta que hay alimentos que son fuente de agua también”, cuenta la licenciada en nutrición Luciana Galardo (M.N. 10.210) a Con Bienestar.
“La ingesta excesiva de agua provoca hiperhidratación y, si el corazón y riñones funcionan correctamente, este exceso de agua se elimina del cuerpo por orina, pero el consumo diario y constante de muchos litros de agua lleva a una alteración de la función renal, y a un consecuente desequilibrio de los fluidos internos, produciendo diferentes síntomas perjudiciales para la salud”, indica la nutricionista.
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Estos síntomas son:
- Dolor de cabeza.
- Náuseas.
- Inflamación de articulaciones.
- Calambres.
- Cansancio.
- Somnolencia.
- Baja concentración de sodio (hiponatremia, que lleva a un mal funcionamiento cerebral).
Insuficiencia cardíaca congestiva. - Baja concentración de potasio (hipopotasemia, que puede derivar en un paro cardíaco).
Esto demuestra que todos los excesos son malos, hasta el consumo de los elementos más saludables se puede convertir en algo perjudicial para la salud si se abusa de ellos. La mesura, en todos los ámbitos de la vida, es la mejor compañera.
Fuente: Con Bienestar