*Por Raúl "Bigote" Acosta
En las viejas ferias vecinales, en las kermeses barriales, en el Parque Japonés, estaba el kiosco del negro que asomaba la cabeza, en mitad de una lona agujereada sobre la pared del fondo del stand, mientras en el mostrador esperaban las pelotas de trapo y el cartel: tres tiros por un peso... Variante: pelotas de "gomaespuma". Que golpeen pero que no hagan tanto daño.
El hecho del sadismo está implícito. La diversión siempre esconde algo de sadismo. En este caso totalmente al descubierto. Era uno de los juegos de aquellas reuniones. Si es viejo, memorioso o lector, sabe de qué se trata.
Uno puede preguntarse si todavía es necesario ése juego de las ferias y parques de diversiones. Uno debe preguntarse quién es el que pone -se anima y pone - la cara a tres tiros por un peso. Uno necesita preguntarse si aún es diversión, la más absoluta necesidad o - acaso – un poco de masoquismo en el asunto ese de poner la cara para que le tiren pelotazos.
El caso absolutamente público de un personaje de la política provincial, con entronque nacional, trae el tema de aquellas viejas ferias, tiempos sociales con otra moral, otras cuestiones de género y otras leyes (sociales) que han sido trasladadas a este punto: Año 2020, el año de la Peste y año 2021, el año en que supimos que La Peste se quedaba un tiempo largo.
Es necesario preguntarnos si hacía falta, si estaba bien, si era conveniente y finalmente una pregunta que ya tuvo su respuesta: hasta cuando Marcelo Fabián Sain jugaría el viejo juego sado/masoquista de la feria de variedades. Hasta el comienzo de los idus de marzo. Chau. Fin de su ministerio público.
El final del juego permite analizar, sin la premura del amanecer en cada jornada con otro audio contando escabrosas intimidades y discacharrantes epítetos soeces, casi todos soeces, de algo que ya he calificado – atrevida e inconsultamente – como un ejemplo fenomenal del Síndrome de Tourette. La adjetivación exagerada y constante llegó a perder sorpresa. Eso sucede con las costumbres.
El insulto como adjetivo que desnaturaliza, desestructura y finalmente, deconstruye el relato. Todos terminaban enojándose con los adjetivos que calificaban al delincuente y olvidando al ladrón. Una maniobra de dispersión que se podría calificar de autodestructiva de la propia tarea pero... si se hiciese esa calificación uno inmediatamente debería preguntarse:¿porqué? Para concluir: ... ¿juegan a favor o en contra del sujeto de la investigación (la investigación de los delitos) los adjetivos calificativos tan "dispersadores" del eje de la investigación...? Y la pregunta final: ¿era ex profeso o era, como se dice en la tribuna, un sentimiento que no se puede parar? ¿Quieren o no quieren a los choros en cana?
Hacía falta... estaba bien... era conveniente... Qué cosas son los cometas y qué cosas los cometas errantes. Qué cosa los fuegos artificiales en cuanto fuego. Qué rango de peligrosidad las balas de fogueo...
Las cosas en su punto, en su salsa. Un concursante con altísimas calificaciones gana eso, un concurso para ejercer un más que altísimo cargo y es contratado. Único concursante. Traje a medida... podría inferirse. Único cargo y todos los secretos de Estado que tan alto sitio permite. Podríamos usar un remedo:..."en virtud de pactos preexistentes..."
Las cosas en su más finísimo punto de "salpimentación"... el funcionario pide permiso sin goce de sueldo para ése cargo concursado y, ya que cambió el signo ideológico del gobierno, pasa a la vereda de enfrente, es nombrado investigador de los que estaban en ése juego e ipso facto (sobre el pucho, al toque) comienza perseguir a gente a la que conoce o de la que, esto es riguroso, conoce sus entresijos y tortuosos entramados "cuasi" delictuales o, según se deja trascender de investigaciones, mas que "cuasi" en rigor absolutamente delictuales.
"Salpimentar a gusto" es contar cuanto se sabe--- o se quiere contar de lo mucho que se sabe – de entresijos y entramados que llevan a la sorpresa y media: todos entrampados en relatos, auditorías, contratos, conchabos, escuchas telefónicas y mentideros clandestinos que no dejan de estremecer.
Contar, investigar, denunciar... todos verbos de primera declinación. El tema asusta. A los pecadores asusta dos veces. Cuestiones que llevaban más de cinco años en algunos casos, denuncias de vieja data, de cuando ni siquiera estaba en funciones el investigador de algunos de esos fenomenales chanchullos
El periodismo, acostumbrado a despachos, bares, encuentros furtivos o declarados, a conocidos y por conocer, entre malos, buenos y regulares funcionarios recibió la queja de los implicados (manejo la más íntima convicción que todos se quejaron con algún periodista, con alguno de nosotros, de un modo grato o ingrato, sencillo o turbio, en fin... intima convicción en color manila) y lo justo es reconocerse fuera de ese desenfadado turbión y no convertirse en "algún periodista". Atención, atención, atención... Alguno no es todos. Es adjetivo, apenas. Correrse, no es para todos el sayo.
El periodismo fue – puede suponerse - el más sorprendido con alguien que los enfrentaba. Que devolvía golpe por golpe. Que avanzaba a la descubierta. Demasiados años de larvada burocracia periodística de una parte, solícitas adhesiones con algunos acusados y – presuntamente – culpables por las investigaciones reales que existían bajo los insultos descalificadores.
En el periodismo de la provincia alguno probó aceite de ricino. La sorpresa de lo nuevo, a lo que no es fácil enfrentar y el volcán en erupción: medios alternativos que aguantan cualquier verdura, donde los juicios aún no han sido reglamentados: tuiter, wat sap, instagram, anónimos dibujitos... con este loco lindo las cosas fueron diferentes. "No es para todos la bota e potro". Discépolo: "en el mismo lodo todos manoseaos"...
Hay de todo en la viña del señor comunicador... y todo va y viene. En determinado punto el asunto llega a esta encrucijada: se necesita seguir con las investigaciones, no con las calificaciones. Denuncias y no adjetivaciones. Ahora el periodismo no tiene más un negro en la Feria para tirarle a tres tiros por un peso y debe enfrentar este dilema: este loco lindo decía barbaridades pero las denuncias aparentan ciertas. El periodismo en su encrucijada. Parecen el libro de oro del marxismo:"Qué hacer".
Para el periodismo aconsejo un poema de Raúl González Tuñón, que transcribo en parte:
"Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero ese momento de miedo profundo...
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!
Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa."
Y para Marcelo Fabián en su viaje hacia nuevos desafíos una canción de Cacho Castaña, que el deberá/ debería entender...
"Por esa puta costumbre
De andar haciéndome el vivo
El que se las sabe todas
Y todas las ha vivido
El que tuvo mil amores
Llorando sobre su almohada
Por esa puta costumbre
Al final no tengo nada
Por esa puta costumbre
De regalar carcajadas
Para mostrarle a la gente
Que nunca lloro por nada
Inventando mil historias
Para deslumbrar amigos
Por esa puta costumbre
Cuántas cosas he perdido..."
Canciones son canciones, pero el asunto es serio. Muy serio. Para la provincia un anhelo realmente inocente: que no se detengan las investigaciones. Ojalá los colegas ayuden. Ayuden mucho. Hacen falta. Todos hacemos falta.