Tras casi tres años de bajante extraordinaria y ningún plan de manejo específico para gestionar el recurso, existen señales que indican que las poblaciones de peces del río Paraná sufren el impacto de la prolongadísima falta de agua (que afecta sus ciclos reproductivos), así como las consecuencias de la presión pesquera en un escenario natural muy frágil.
“Son datos muy preocupantes, no sabemos realmente cuánto va a aguantar este ecosistema medianamente saludable. Está claro que lo estamos perdiendo por la presión humana y ya vemos que hay especies en remisión y una gran baja de la biodiversidad tras las quemas de los dos últimos años”, apuntó Andrés Sciara, exdirector del Acuario de Rosario y actualmente decano de la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
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“Después de más de 1000 días de bajante, la situación del recurso, claramente, no es la mejor”, sintetizó Adolfo Espínola, integrante del Consejo Provincial Pesquero de la provincia de Santa Fe. Si bien el Paraná muestra un repunte en el caudal desde hace algunas semanas, el período de reproducción de los peces ya pasó. “Venimos de dos años casi sin reproducción por la falta de agua, y de un tercer año con fallas. El impacto de esto se verá en un tiempo, cuando los peces que tendrían que haber nacido desde mediados de 2019 hasta ahora simplemente no estén”, agregó.
La prolongada y pronunciada bajante de los ríos que componen la cuenca del Paraná desconectó al sistema de lagunas y riachos, donde los peces juveniles encuentran alimento y refugio. Según explicó Espínola, la cohorte de peces que sustenta la pesquería en el Paraná nació más que nada en el ciclo 2009/10 y algo en 2015/1016, aunque menos abundante.
El experto explicó que para garantizar un ciclo reproductivo exitoso hacen falta al menos tres condiciones: un nivel hidrométrico óptimo, la temperatura del agua templada y una creciente que dure en el tiempo. “Esto permite que cuando los peces desovan en el cauce principal las larvas encuentren alimentación durante su deriva, y puedan luego ingresar a los cauces secundarios donde encuentran alimento y refugio. Todo eso hace al menos dos años que no ocurre”, añadió Espínola.