Silvina Batakis cumplirá con una misión que ha resultado ineludible para muchos de sus antecesores en el Ministerio de Economía: aterrizará este fin de semana en Washington en medio de una crisis en la Argentina para conseguir más ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Durante dos días en Washington, Batakis verá a casi todas las personas que debe ver: la jefa del Fondo, Kristalina Georgieva, y los funcionarios del staff a cargo del programa argentino; David Lipton, asesor de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y un funcionario clave del gobierno de Biden que además conoce a fondo a la economía argentina; inversores y analistas de Wall Street que siguen el país, y ejecutivos de empresas norteamericanas. Inevitablemente, varios de sus interlocutores le harán más preguntas sobre la política argentina que sobre la economía.
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La embajada argentina a cargo de Jorge Argüello ultimó la agenda de Batakis a contrarreloj como un “plan B” luego de la postergación del viaje del Presidente Alberto Fernández, forzado a posponer su visita a la Casa Blanca porque el presidente norteamericano, Joe Biden, se contagió de Covid-19. Para Batakis, será un bautismo de fuego en Estados Unidos en un momento crítico.
Su misión aparece envuelta en el vértigo y la urgencia que impone la crisis: desde la salida de Martín Guzmán del Palacio de Hacienda, a principios de julio, el dólar, el riesgo país y la inflación se dispararon en medio de una desconfianza rampante que dejó al Gobierno con un margen de acción mucho más acotado. Sin financiamiento, y con un límite impuesto por el acuerdo con el Fondo para usar la “maquinita” del Banco Central, el Gobierno se queda sin plata. Batakis avanza en dos direcciones: un ajuste fiscal difícil de digerir para el peronismo, y una nueva negociación con el Fondo para obtener más margen, ya sea despejando el camino para un waiver o, en su defecto, cambiando las metas –algo que el Fondo y el Gobierno dijeron que no harían– o enmendando el acuerdo.
Batakis llega con el tablero en rojo. Desde la última visita de Guzmán a Washington, a fines de abril, cuando viajó para participar de la reunión de primavera del Fondo y el Banco Mundial y un encuentro de ministros del G20, la economía cayó por un tobogán. El dólar “blue” estaba en ese entonces por debajo de los $200. Batakis aterriza en Washington con el dólar paralelo trepando a los $400, y el riesgo país rondando los 3000 puntos. El riesgo a una hiperinflación quedó plasmado en un informe reciente del banco de inversión JP Morgan.
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En su última visita, en abril, Guzmán había renovado el compromiso oficial con el programa con el Fondo, aprobado en marzo: “Las metas no las vamos a cambiar”, dijo. Ahora Batakis y su equipo llegan mucho más apremiados por la crisis para encontrar soluciones, ya sea un waiver o una nueva “recalibración” de las metas. Durante más de dos años, Guzmán y su equipo tejieron una relación muy estrecha de trabajo con Georgieva y los dos funcionarios a cargo de la Argentina, Julie Kozack –quien pronto dejará de trabajar con el país–y Luis Cubeddu. Batakis y su equipo arrancarán de cero con el Fondo.
La flamante ministra encontrará, al menos, la misma buena voluntad que Washington le brindó a Guzmán. El Fondo ha mostrado un pragmatismo incólume para acomodarse a las necesidades y los deseos del Gobierno, incluso a riesgo de desintegrar su propia credibilidad. Y la Casa Blanca de Joe Biden aportó la contención política necesaria para conseguir el respaldo en el board del FMI, controlado por las potencias del G7. Además, el contexto internacional convulsionado por la pandemia del coronavirus, la inflación y la guerra en Ucrania juegan a favor de la Argentina. Nadie quiere nuevos problemas.