Seguramente habrás escuchado acerca de las cinco etapas del duelo que una persona experimenta ante la pérdida de un ser querido o una separación (negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Quizás hayas transitado estas fases vos mismo en algún momento de tu vida.

Cuando uno decide separarse también pasa por un determinado número de fases, pero no son las mismas que las clásicas. Es por eso que es bueno conocerlas y saberlas identificar para atravesar este doloroso proceso de la mejor forma posible.

Se suele pensar que el miembro de la pareja que decide separarse es el que mejor lleva la ruptura, pero no siempre ese es el caso. Tomar la decisión de poner fin a una relación importante no es fácil y genera un desequilibrio emocional.

Las cuatro fases del duelo en una ruptura si decidiste separarte vos son:

Aceptación

Esta etapa arranca en el momento que finalmente decidís separarte. Puede que sea un proceso lento si hubo mucha incertidumbre acerca de si realmente la separación era la decisión acertada o más rápido cuando hay un desencadenante que provoca la ruptura (por ejemplo una infidelidad o una mudanza de uno de los miembro de la pareja). Esta fase sirve para ordenar las ideas, prioridades y ser consciente de que los sentimientos hacia el otro cambiaron.

Coraje

A veces desde que se toma la decisión de separarse hasta que se da el paso puede pasar un tiempo. El miedo puede apoderarse de uno y provocar replanteos de la situación. Para esta etapa es necesario ser analítico y maduro para encarar la situación de la mejor manera.

Culpa

Afrontar que uno es el malo por haber querido poner un punto y final en la relación no es una tarea sencilla. En esta fase pueden mezclarse sentimientos de culpa, con remordimientos y dolor por ser el foco de críticas y reproches por parte del entorno cercano de la pareja.

Liberación

La fase final de este proceso es cuando uno asume que dejar la relación fue una buena decisión y que te abre la posibilidad a un futuro mejor. En esta etapa es bueno no arrepentirse de haber mantenido un vínculo con el otro, porque de toda experiencia se pueden extraer elementos positivos y enseñanzas. Hay que ver esa época de tu vida como una lección.