Cuesta sacarnos las etiquetas, y cuando no encontramos ninguna que encaje con nosotros, las creamos. Así sucede con nuestra alimentación. Nos proclamamos omnívoros, ovolactovegetarianos, ovovegetarianos, lactovegetarianos, veganos, crudívoros, frugívoros y la lista sigue.
En los últimos tiempos el término flexitariano, que existe hace muchos años, fue ganando popularidad y sumando cada vez más adeptos.
Esta denominación agrupa a quienes sin destituir por completo los alimentos de origen animal llevan una alimentación basada principalmente en comestibles del mundo vegetal, y reducen así el consumo de proteína animal en cantidad y frecuencia.
Uno de los impulsores más grandes de esta tendencia fue Paul McCartney, quien, a través de la campaña Meet free Monday (lunes sin carne), fomenta una alimentación con menos contenido de carne con el objetivo de crear conciencia sobre el impacto de los consumos sobre el ambiente, específicamente en el cambio climático, la conservación de recursos naturales y la salud. Sin embargo algo que caracteriza el flexitarianismo es que no hay normas. No existe en realidad un día apto o no apto para el consumo de carne y derivados del reino animal y la cantidad y frecuencia no está determinada.
El patrón alimentario de los flexitarianos se define principalmente por un alto consumo de vegetales, granos enteros, frutas, legumbres, frutas secas, semillas y una cantidad de carne y proteína animal sustancialmente menor a la habitual. Aquellas preparaciones en las que se incorpora la carne tienen la particularidad de que este alimento no es el protagonista del plato.
Este tipo de alimentación basado en plantas no es una variante del vegetarianismo sino que es una identidad diferente. El consumo de carne por parte de los flexitarianos no se representa como una desviación ni genera sentimiento de culpa.
Además del interés por el cuidado ambiental, este tipo de alimentación tiene que ver con la búsqueda de un tipo de alimentación saludable, con menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, y prevención del cáncer y otras afecciones crónicas no transmisibles.
Hace ya varias décadas, surgió mucho interés por la dieta mediterránea por su relación con un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Ésta se conforma con platos típicos de los países que costean el Mar Mediterráneo elaborados principalmente con vegetales, legumbres, granos enteros y frutas y una menor proporción de huevos, pescados, aves y lácteos, limitando al máximo el consumo de carne roja. Se puede decir entonces que la dieta mediterránea es un tipo de alimentación flexitariana.
*Ayelén Borg es Licenciada en Nutrición (UBA) y Diplomada en gestión de gobiernos locales para la infancia y la familia (UCA). Es analista de investigación en CEPEA y docente universitaria en UBA; UADE; UCES; UCA.
Fuente: Doc Salud