Ya sé...vas a decirme que estás acostumbrado a hacer de todo, y todo junto. Mientras estás leyendo esto probablemente tengas abierto algún chat, además de tener prendida la tele o puestos videos de fondo.

Mientras respondés al último chiste con un emoji, seguís la lectura desde el celu y vas abuscar tu café porque la alarma del microondas ya sonó. Esos son sólo cinco minutos de tu vida habitual, y se repite, o se acentúa, en la oficina, donde te veremos atendiendo por lo menos a cinco estímulos a la vez mientras estás redactando el informe que tenés que presentar a la tarde.

Es cierto que la vida actual nos obliga a estar atentos a muchas cosas, y algunos pensamos que “podemos con todo”, pero hoy tengo que derribar el mito de que somos todopoderosos ya que la atención es un recurso limitado.

Todos soñamos con expandir infinitamente los límites de la conciencia. Soñamos con poder abarcar todo, no perdernos de nada. Además del mundo real, se nos suma el mundo virtual, en el que abrimos mil ventanas en redes sociales porque tampoco nos queremos perder de nada.

Si el genio de la lámpara te preguntase tus deseos quizás le dirías: saberlo todo, sentirlo todo, hacerlo todo. Como cada deseo tiene un precio, el costo de estos sería la pérdida de atención y la eficacia en alguna o varias de las tareas que emprendas simultáneamente. Salvo excepciones, podemos atender como máximo a siete unidades informativas, pero las mismas incluyen sonidos distintos, estímulos visuales o cambios ambientales, así como pensamientos. Te puedo asegurar que todas tus actividades juntas tienen muchas más unidades informativas.

Quizás eso te explica porqué no podés atender tu celular mientras conducís tu auto, o la necesidad de silencio cuando incorporás un conocimiento nuevo, o la concentración que necesitás para aprender la técnica correcta del saque de tenis. No podemos afrontar muchos problemas a la vez.

Prestar atención a lo que otra persona te está diciendo lleva más de un tercio de la información que podés procesar y, si bien vas a atender lo que dicen tres personas, te vas a perder mucha información como, por ejemplo, la expresión de quién te habla, o no te vas a poder preguntar por qué te está diciendo lo que dice o cómo está vestido. Toda la data es relevante a la hora de comunicarnos con otra persona.

Es cierto que la mente puede compactar información y automatizar secuencias de pensamiento. Ya no tenés que pensar cómo conducir el auto, aunque vas a tener que atender permanentemente los cambios en el tránsito. Si el tránsito está tranquilo sin dudas podrás conversar con tu acompañante incluso de cosas que impliquen decisiones, o sea, pensamientos más complejos.

Las actividades que hagas de manera simultánea son costosas a nivel mental, ya que se logran a costa de estrés. Sí, ¡atenderlo todo no es gratis! Tomá en cuenta esto cuando te sientas más cansado que lo habitual en un día común de actividad. Vas a sentir que “la cabeza no te da más” o que “estás quemado”.

¿Qué podés hacer para evitar el estrés de la multitarea? Darte espacios y momentos de silencio. Probá apagar las notificaciones del celular por media hora, o si tenés que escribir una monografía para la facultad intentá desconectarte un ratito de Internet.

Hacé el ejercicio de mirar a los ojos a tu amigo que te está contando algo, aunque no te parezca trascendente. Intentá salirte un rato de las pantallas y dispositivos. Son pequeños recreos, no hace falta mucho.

Quizás te sorprendas el descanso que comenzarás a sentir, y probablemente comenzarás a buscar esos momentos de “silencio”. Te hace bien a vos y le hará bien a tus vínculos interpersonales.