Fue después de acostar a su hija pequeña, Sophie, que Fay Cobbet notó que tenía un bulto en el pecho izquierdo. En ese momento, pensó que debía tratarse de un conducto mamario bloqueado porque aún estaba en período de lactancia. Dos semanas después, le pidió a su esposo Tim que lo revisara y este sospechó que era otra cosa.

La mujer de 37 años que reside en Nueva Zelanda decidió consultar con un profesional. El diagnóstico fue cáncer de mama. Era un carcinoma ductal infiltrante, que comenzó en el conducto mamario y se diseminó a los tejidos del seno.

Primero le realizaron una lumpectomía, en la que solamente se extrae parte del tejido mamario, y le indicaron 18 meses de quimioterapia. Pasado ese tiempo, y cuando debían arrancar con la radioterapia, los médicos encontraron rastros de la enfermedad en la mama por lo que debieron proceder a una mastectomía completa, es decir, extirpar todo el pecho.

“Me sentí devastada por la idea de perder el pecho, pero sabía que tenía que ser fuerte. Luché por adaptarme. Me miraba en el espejo, y no reconocía a la mujer en el reflejo. Tenía una cicatriz grande donde solía estar mi seno. Incluso me sentí cohibida con ropa, porque se notaba. ‘Esta es tu nueva normalidad’, intenté decirme. Estás viva”, explicó a medios locales.

Cobbet sabía que esa intervención le salvó la vida pero no podía evitar extrañar el cuerpo que tenía antes de la mastectomía. Le dieron una prótesis genérica para usar debajo del corpiño, pero reconoció que la “odiaba”. “Era incómoda y deforme, era casi como llevar una roca. Caminando en público, veía a la gente mirarme el pecho y me ponía roja. No quería una reconstrucción porque no podía enfrentar más cirugías, y Tim estaba molesto porque me sentía tan cohibida”, relató la mujer.

Su malestar motivó a su marido para encontrar una solución original: investigó y usó su impresora 3D para hacerle un implante de mama personalizado. Nunca había hecho algo así pero no dejó que eso lo detuviera y logró fabricar una prótesis con silicona.

“Cuando lo puse en el corpiño, sentí que se amoldaba suavemente contra mi pecho, me encantó y no me lo quería sacar”, recordó Cobbet. Después de un año de modelos de prueba, Tim consiguió el producto final.

"Fue como un sueño. Coloqué la prótesis en mi corpiño y caminé, incluso saltando arriba y abajo. Se adaptó perfectamente al cuerpo y no sobresalía. ‘Cambiaste mi vida’, le dije, mientras una sonrisa se extendía por el magnífico rostro de mi esposo”, contó la mujer.

Fue así como decidieron crear una empresa para que otras mujeres con cáncer de mama pudieran experimentar lo mismo que Fay. A un mes de su lanzamiento ya hablaron con una docena de interesadas que albergan esperanzas ante este emprendimiento. “Tener senos no define ser mujer, pero sabemos cuánto significa tener control sobre el cuerpo nuevamente”, indicó.