En las afueras de Metropolitano unas 20 mil personas siguieron la presentación de "Sinceramente" en pantallas gigantes.

Ella. La dueña de los votos, de las derrotas y los triunfos. Cristina Fernández de Kirchner volvió a Rosario un 20 de junio, ante una multitud que la siguió minuto a minuto mientras presentó su libro, "Sinceramente", en el salón Independencia de Metropolitano.

Adentro, cerca de 3 mil invitados colmaron el salón y afuera más de 20 mil se convocaron para seguir por pantallas gigantes el diálogo entre la ex presidenta y el periodista y escritor Marcelo Figueras. El final de acto resume lo que se vivió sobre uno de los laterales del predio sobre el parque Scalabrini Ortiz. CFK al ver en las pantallas del salón la multitud que se había congregado afuera dio por finalizada la presentación. "Ustedes lo terminaron", alcanzó a decir por el micrófono cuando esa multitud empezó a corear con fuerza. "Vamos a volver, a volver, a volver".

Ese diálogo, una suerte de comunión entre una líder política y sus seguidores, llegó a tal punto que el silencio era ensordecedor cuando CFK hablaba. Sí, miles de personas hicieron silencio durante la hora que la actual senadora nacional utilizó para hablar de su libro pero también para referirse a su experiencia en el poder, como presidenta pero también como compañera de Néstor Kirchner.

La gente, ese conglomerado tan particular, fue llegando al Scalabrini Ortiz, en su lateral sobre Central Argentino, desde el mediodía. Muchos de ellos eran militantes; otros tantos, adherentes y otros, claro está, curiosos. La concentración fue más bien espontánea. Pocas banderas identificaban espacios políticos o gremios.

"Estoy feliz, para mí fue un día único", contó un rosarino que llegó al parque junto a su esposa y sus dos hijos. "Vivo a media cuadra del club donde hoy estuvo (Mauricio) Macri. Primero fui a ahí a expresar mi descontento y después me vine para acá. Más no puedo pedir", y una sonrisa se le dibujó en el rostro.

Jóvenes, muchos, en su mayoría llegaban en grupo o solos. Tranquilos, distendidos. En realidad ese fue el tono de la tarde soleada que cada tanto era interrumpida con algún "Vamos a volver...".

Un matrimonio más bien mayor destacaba entre la mayoría de jóvenes. Él buscaba con cierta intensidad algo en su teléfono. "¿Usted sabe qué calle es esta?", preguntó, con cierta timidez. Él, junto a su mujer, había llegado desde Casilda. "Vinimos a verla a Cristina, siempre que hay algo así viajamos", comentaron.

El color de la previa se completó con los típicos vendedores ambulantes. "Con Cristina siempre se trabaja", dijo Héctor, mientras mostraba remeras y pañuelos intervenidos, entre otros souvenirs. "No hay otra como Cris", aseguró una mujer mientras atendía a su clientela que preguntaba por pins y mates. De Buenos Aires llegó otro vendedor. "La seguimos a donde va", indicó y ante la pregunta de si sólo vendía objetos alusivos al kirchnerismo dijo que "no" y agregó: "También pañuelos verdes, pero nunca vendería nada del PRO", ejemplificó.

"Llegó el abrazo, ése que estoy esperando desde hace cuatro años", dijo entre lágrimas una mujer mientras alzaba a su hijo para que la vea a ella, sobre el final del encuentro, cuando CFK salió al encuentro de sus seguidores, junto a otros dirigentes. La fiesta se había completado.

Miles volvieron sobre sus pasos, rumbo al día a día y pisando, quizá sin saber, las calles del que fue el primer barrio obrero de Rosario y donde murió el primer trabajador en el país en manos de una fuerza de seguridad.