Nota de opinión de David Rosman.

Desde que Trump asumió la presidencia, se habló de la inestabilidad emocional del presidente y ahora el tema ha vuelto a la prensa, pero siempre se enfrenta con desventaja a la rutina de la psiquiatría y la psicología: pues es imposible emitir un juicio certero sin los estudios adecuados.

Segun el Nuevo Herald (del 24 de Marzo), establecer un diagnóstico sin la necesaria entrevista con el enfermo, sin el apoyo de los correspondientes exámenes y sin la existencia de conductas extremas que no dejen duda sobre un comportamiento alucinado remite indiscutiblemente a una valoración en que factores ajenos —la política, las preferencias personales y la antipatía del que juzga— definen el resultado.

George Conway, paradójicamente, el esposo de la asesora presidencial Kellyanne Conway, se convirtió en el principal impulsor de la tesis, al menos en el campo mediático, con la reproducción de páginas del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM–5), el Manual de Diagnóstico y Estadísticas sobre los Trastornos Mentales, que publica la Asociación de Psiquiatras de Estados Unidos.

Sin embargo, los conceptos de Trump sobre el informe de Muller, el fiscal especial a cargo de la investigacion sobre la interferencia de Rusia en el acto electoral del 2016, fueron cambiando de modo llamativo desde cantar loas al mismo (lo interpretó como una completa exoneración) hasta decir, a poco que se conoció en principio su contenido, que era un informe ridículo.

Según indicó el secretario de Justicia, William Barr, no hay pruebas concluyentes sobre la presunta colusión entre la campaña de Trump y Rusia.

Al comienzo Trump por su parte dijo que se sentía feliz por el informe y agregó que esto no debería pasarle a ningún presidente.

Pero no todo está claro, pues segun CNN, el informe de Mueller pinta una imagen vívida de los asesores de Trump ignorando repetidamente sus dictámenes, tanto para proteger al presidente de sus peores instintos como para protegerse de otras implicaciones legales.

En un comportamiento que deberá aclarar seguramente ante el Congreso, Muller se negó a procesar a “varias” personas por diversos cargos, entre ellos Donald Trump Jr. y el entonces secretario de Justicia Jeff Sessions.

Algo interesante se desprende del informe en cuestión y es que los esfuerzos del presidente para influir en la investigación fueron en su mayoría infructuosos, pero eso se debió en gran parte a que las personas que rodearon al presidente se negaron a cumplir órdenes o acceder a sus solicitudes.

Como en el campo de lo jurídico todo es relativo y opinable, la investigación no pudo exonerar al presiden de obstrucción. El informe afirma que la evidencia obtenida “acerca de las acciones e intenciones del presidente presenta temas difíciles que nos impiden determinar de manera concluyente que no se produjo ninguna conducta criminal”.

Subterfugios del lenguaje para decir que el presidente no está totalmente exento de responsabilidad.

Al igual que en otros países, donde cierta prensa expresa tendencias e ideologias, más que el informe objetivo de los hechos, el Wall Street Journal titula a su editorial del 19 de Abril, “Obstruccion de nada” (Obstruction of Nothing) y dice “… el informe expone ciertos excesos de Trump y mentiras, pero tambien muestra , en la cuestion central y el cargo que inició todo, que el presidente ha estado diciendo la verdad…”.

“El (Trump) y su campaña no conspiró ni coordinó con los Rusos para ‘robar’ la eleccion del 2016…”

Cuestión de interpretación; sin embargo el New York Times de la misma fecha publica un articulo titulado “En un pais funcional, estaríamos en el camino del Impeachment (juicio politico)”, dando una visión opuesta a la anterior, y preguntándose la periodista Michelle Goldber si luego de que Muller expuso la evidencia para que miembros del Congreso tomaran acción contra el presidente, lo harán efectivamente.

En este debate dilucidando qué se debe hacer público del informe, y si la sociedad en general está en condiciones de interpretar temas técnico-juridicos de “colusión u obstrucción de la justicia”, aparecen voces en el partido demócrata pidiendo el impeachment (juicio político al presidente), como la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts.

Una reflexión a casi dos años de la investigación en cuestión y de una controvertida presidencia que lleva dos años y medio: los políticos de ambos partidos, los legisladores (algunos llevan décadas en la función legislativa) reaccionaron que los problemas estructurales del país están pendientes de resolución?

La falta de una politica migratoria, la inmigracion ilegal, la separación de los niños inmigrantes de sus padres en la frontera con Mexico y el borde sur del pais, la crisis de los opiáceos, que en el 2017 provocó la muerte de 72.000 personas por sobredosis; las muertes que provoca la falta de un control de armas, cuyo número asciende a 33.000 por año; la pobreza en el país, que alcanzó a 39,7 millones de personas según el Census Bureau 2017, lo que representa un 12.3 por ciento de la población; los serios y graves problemas que plantea la obsolescencia de la infraestructura en numerosos estados; la red electrica, los gasoductos, los puertos, el transporte de carga está viejo y sobrecargado; el aumento del presupuesto militar que pasó de 700 mil millones en el 2018 a 716 mil millones en el 2019, Corea del Norte, etc.etc.

Tendrá el nuevo Congreso, con la Cámara de Representantes Democrata, capacidad para comenzar a tratar y resolver estos temas acuciantes ademas de los dislates del presidente?

El resto del mandato de Trump dirá la última palabra.

Lo positivo es que en los paises centrales las patologías del poder se resuelvan en tiempos cortos, mientras que en los paises subdesarrollados los gobiernos corruptos se prolongan décadas con posibilidades de repetición por la falta de respuesta de la sociedad, y de la justicia.