La primera etapa de la puesta en valor de la Manzana Histórica de la UNL está a punto de finalizar. A partir de una intervención que respeta las técnicas y la materia con que fue construida.

Ivanna Carol da los toques finales al revoque del pináculo que remata la fachada del Rectorado de la Universidad Nacional del Litoral. Desde ahí, a 16.80 metros del suelo, puede contemplar el entorno del Boulevard Pellegrini, las torres de viviendas que se elevan sobre las casas bajas, los comercios y los bares. El desarrollo de la zona respecto de la primera mitad del siglo XX, cuando se edificaron el Rectorado y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, no modificó la sensación de estar frente a un edificio de magnitud y características especiales. “A veces la gente pasa caminando y se queda observando, porque es algo inusual encontrarse con una construcción como esta”, contaba Ivana unos meses atrás, cuando más de 2.000 metros de andamios cubrían por completo la fachada sur de la manzana.

La primera etapa de la puesta en valor de los envolventes del Rectorado, que se extendió por poco más de un año, implicó la limpieza de tejas y la reparación del revoque símil piedra; así como también de las aberturas históricas y los ornamentos, entre los que se destacan el grupo escultórico del Día y la Noche, los motivos zoomórficos en estatuas y dragones, las guardias geométricas y medallones.

En paralelo, se realizaron obras en el interior del edificio, preparando las instalaciones para el debate presidencial del próximo 13 de octubre. En particular se trabajó en el hall de ingreso y en el Paraninfo, en sus pisos, en las butacas y se realizaron intervenciones puntuales en el cielorraso. “En el año de su Centenario, la Universidad Nacional del Litoral, no solo lo celebra con los universitarios sino fundamentalmente con la sociedad recuperando para los argentinos, y los santafesinos en particular, el valor patrimonial de su edificio central”, dijo el rector de la UNL, Enrique Mammarella.

Preservar lo original

La principal patología que presentaban los ornamentos de la fachada era la pérdida de fragmentos, y en algunos casos piezas completas, causados por la corrosión del hierro de la estructura interior. “Consideramos que teníamos el deber de conservar el edificio con la mayor integridad posible, teniendo en cuenta que es único por sus características, su diseño, morfología y su funcionalidad. El primero que se proyectó para ser sede de una universidad nacional con posterioridad a la Reforma Universitaria de 1918”, recuerda Laura Elías, arquitecta especialista en ciencia y tecnología del patrimonio, integrante de la Oficina de Planificación Edilicia de la UNL. Con ese punto de partida definieron “conservar toda materialidad y tecnología original que estuviera aún en buen estado, y restaurar o intervenir los elementos que no pudieran ser rescatados o que tuvieran un grado de deterioro superior al 40, 60 por ciento, dependiendo del tipo de superficie”.

El responsable de esa área técnica, Ramiro Piva, apunta que “esas directrices, la vara que nos pusimos, son las cartas y documentos que a nivel internacional fijan estos criterios de intervención”. El análisis de los materiales y la investigación de las técnicas constructivas permitieron que “si bien hoy no contamos con los mismos componentes con que se prepararon los revoques, lo que logramos está muy próximo al material original. El agua, el sol, el aire van a ir emparejando en su aspecto toda esa epidermis, esa piel del edificio, y va a llegar un momento en que se va a notar muy poco dónde se intervino y dónde el edificio es totalmente original”.

Por su parte, el director de Obras y Servicios Centralizados, Marcelo Saba, remarcó que la empresa Coemyc cumplió con las expectativas y que “la mano de obra es de Santa Fe, de la región”. Se mostró especialmente satisfecho con el desempeño del equipo técnico de la Universidad, “que fue el custodio de la calidad de cada uno de los trabajos”. “Estamos orgullosos de haber participado de una obra que es inédita, que va a quedar en la historia de los santafesinos y de la Universidad en particular”, agregó.

Para el futuro

 

Los últimos trabajos previstos en esta primera etapa de la puesta en valor se concentran ahora en la esquina de Boulevard y 9 de Julio, y en el contrafrente sur del Rectorado. En esa línea, el rector valoró el trabajo de documentación y análisis de materiales previos a la intervención, que dejan información valiosa para el futuro: “de esta puesta en valor quedan moldes, incluso piezas de repuesto para que dentro de 30, 50 años cuenten con ese material y puedan mantener el valor del edificio”. Como parte de un proceso planificado, ya está prevista la continuidad de las tareas, por lo que Mammarella anticipó que “vamos a trabajar en el frente norte de la Manzana Histórica, sobre el lado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales”, y detalló que en ese sector se hará la limpieza y recuperación de elementos de la fachada, y se mejorará la iluminación, para continuar luego con los patios.

Nueva sensibilidad

La evolución de los trabajos fue seguida por la Comisión de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, a través de informes periódicos y consultas realizadas desde la Universidad, y en inspecciones del representante técnico del organismo nacional. Laura Tarchini, delegada provincial de dicha Comisión y docente de FADU-UNL, señaló que “esta puesta en valor estaría marcando una suerte de punto de inflexión o de nuevo acontecimiento en la historia del edificio. Tendríamos el momento de la inauguración y este como los más importantes, considerando la magnitud de las obras que se han hecho”. Y confió en que “con toda esta nueva sensibilidad, sobre todo con esta capacidad técnica que adquirieron los equipos profesionales de la Universidad, se implementarán planes de mantenimiento que harán que esto pueda ir manteniéndose en el tiempo de una manera más cuidadosa y respetuosa del edificio”.

Otra referente de este proceso, encarado con aportes de múltiples disciplinas, es Adriana Collado, destacada docente-investigadora de FADU-UNL, quien consideró la puesta en valor como “una empresa modélica, que era muy importante que la Universidad asumiera porque tenemos que dar ese mensaje de que lo que podemos enunciar en los cursos que damos en la Facultad sobre patrimonio y sobre preservación, somos capaces de ejercitarlo luego en nuestros propios bienes”. Y reflexionó que “durante los casi 35 años que tiene la Facultad de Arquitectura hemos trabajado con temas de preservación, realizamos inventarios, los y las profesionales de la Facultad integran comisiones vinculadas a la temática, se realizaron numerosos trabajos de investigación sobre temas de patrimonio. Pero ejercitar ese conocimiento de esta manera, con esta contundencia es mucho más valioso”.