Lo aseguró ayer el gasista Carlos García, quien trabajaba en el edificio de Salta 2141 el día en que se desató la peor tragedia en la historia de la ciudad.

Carlos García habla de forma pausada, tranquila. Aunque lo que cuente sea, como el mismo lo califica, lo peor que le pasó en la vida. Es el gasista que el 6 de agosto de 2013 realizó una maniobra equivocada mientras intentaba cambiar el regulador de gas del edificio de Salta 2141. Y generó la fuga que desató la explosión. Ayer, el hombre de 68 años volvió a sentarse frente al tribunal encargado de juzgar las responsabilidades penales por el siniestro que dejó 22 muertes y unos 60 heridos. Lo hizo para relatar cómo continuó su vida después de aquel día, cuando "no encontraba motivos para seguir viviendo", dijo.

Acusado

Está acusado, junto a otras once personas, de ser parte de una cadena de negligencias. Que tuvo como consecuencia el siniestro en el complejo de departamentos. Ayer, en la penúltima de las audiencias donde los jueces escucharán a los testigos, pidió contar su historia. Guiado por su abogada y sin contestar preguntas del resto de las partes, una condición que asiste a los acusados.

Volvió entonces a recordar la mañana del 6 de agosto de hace casi seis años. Describió las tareas que hizo su ayudante Pablo Miño, también imputado en el juicio. "Siempre hace lo mismo, baja las herramientas, las acomoda en el lugar de trabajo. Y, cuando terminamos, las carga en la camioneta. El no tocó nada ni participó de la parte más técnica del trabajo", explicó.

Después repitió que, ni bien se desató la incontrolable fuga de gas, no se escapó del edificio; sino que quiso acercarse a la oficina de Litoral Gas para pedir ayuda. "Cuando volví a Salta 2141, entré por la puerta, intenté llegar a la cabina de medidores y no pude hacerlo porque entre el humo, el gas, el calor y todo lo que había allí, perdí el control", sostuvo.

Dijo que volvió al edificio para buscar a su ayudante, pero que no tiene recuerdos de lo que pasó en ese intento. "Aparecí sentado en la vereda, con unas personas que me sostenían de los brazos. Estaba golpeado, lastimado y todavía no me explicaba cómo había pasado".

Así se encontró con Miño. Se abrazaron. Luego se subieron al vehículo del gasista, García manejó hasta el lugar donde Miño guardaba su moto. Se despidieron y el gasista siguió camino hasta llegar a su casa.

"Me quedé en la puerta, no me podía bajar de la camioneta, estaba descontrolado, estaba mal. Mis hijos me encontraron, me ayudaron a entrar a casa y llamaron al servicio de emergencias", recordó.

El arresto

Por la tarde, y previo consultar a un abogado, García fue a entregarse. En el camino se encontró con una patrulla de policía que lo detuvo, lo llevaron a la seccional tercera, donde estuvo preso varios días hasta que lo trasladaron a la Unidad 3, donde pasó otros 15 días detenido. Ayer recordó esas semanas. "Fueron terribles para mí, el lugar donde estábamos era reducido, había muchísima gente y yo en mi mente lo único que pensaba era en un suicidio. No le veía sentido a seguir viviendo, no quería causar más problemas a mi familia", narró.

Aferrarse a la fe

El siniestro, sostuvo, le causó muchísimo daño. "Fue lo más terrible que me pasó en la vida", aseguró y contó que durante casi un año estuvo medicado y que decidió acercarse a la Iglesia Evangélica Santuario de Fe para ayudar a otras personas, una actividad que sigue realizando hasta hoy.

"Así empecé a revertir mi vida, no a olvidarme, porque no me voy a olvidar jamás", afirmó y contó que durante cinco años, todos los 6 de agosto se acerca a rezar en la vereda del edificio siniestrado "para calmar la ansiedad de todo lo vivido".

Contó que después de la explosión se quedó sin trabajo, perdió sus ahorros y las máquinas que usaba para trabajar. "Me quedé sin nada, para paliar la situación económica tuve que vender la camioneta, el auto, tuve que vender todo, no me quedó nada. Económicamente perdí todo y espiritualmente recién ahora me estoy recuperando un poco", concluyó.