Con el paso de los años, la fertilidad de la mujer va decayendo. Muchos estudios demuestran que empieza a disminuir a partir de los 30 años, con un descenso todavía más brusco a partir de los 35 años.

"La mujer tiene un pool de óvulos determinado. Cuando tiene por ejemplo 32 o 33 años, siete de cada 10 óvulos son normales. A los 40, solo tres de cada 10 son aptos", señala a Con Bienestar el médico ginecólogo especialista en reproducción asistida Fernando Neuspiller (MN 82815). Al mismo tiempo, también cada vez se está retrasando más la edad media de las madres primerizas.

En varios estudios está demostrado que dar a luz a los 40 años es tan seguro como a los 20, siempre y cuando se realice un adecuado seguimiento del embarazo. Conocer la reserva ovárica, por ejemplo, puede resultar de gran ayuda a la hora de la toma de decisiones consecuentes relacionadas con la maternidad de las mujeres, teniendo claro que a los 38 años sus óvulos ya no son jóvenes.

"Nosotros no recomendamos en mujeres mayores de 38 años hacer inseminación artificial porque la probabilidad de gestación es muy bajita, menor al 8 por ciento", explica Neuspiller. Es importante, entonces, realizar un estudio cromosómico previo al embrión que será transferido. Esta prueba es conocida como Prueba Genética Preimplantacional de Enfermedades Aneuploidias (PGT-A).

"Es la forma de ver cuál es el embrión genéticamente normal, lo cual hace que aumente globalmente la taza de embarazo", finaliza Fernando Neuspiller.

Mamás más grandes, mamás más estables

Entre las ventajas de una maternidad "tardía", está la de tener un entorno más estable por lo que la llegada de un hijo no significa renunciar a otras cosas de la vida. Asimismo, los especialistas consideran que haber conseguido la estabilidad laboral, la mujer puede dedicarse plenamente a la atención del hijo que llega y entregarse más a la familia.