El mediático ultraliberal consiguió reemplazar el sello de goma de Asseff por el partido Unite, de otro ignoto dirigente. Avanza su precandidatura.

Los apoderados de la fórmula José Luis Espert-Luis Rosales presentaron este sábado el modelo de boleta que utilizarán en las elecciones, un paso más en la oficialización que es prácticamente un hecho. La fórmula competirá por una especie de partido-kiosco llamado Partido Unite por la Libertad y la Dignidad, “propiedad” de un desconocido para el gran público, José Bonacci.

El viernes, la jueza electoral María Servini desestimó la presentación de un supuesto afiliado de Unite, Claudio Molina, quien adujo que no lo dejaron presentarse en la interna partidaria con la lista que llevaba el bonito nombre de “Somos Patria, Vida y Familia”. Servini desechó la queja porque Molina no exhibió documento alguno, ni avales ni apoderado ni responsable financiero, ni siquiera una copia de la presentación de la lista. Quienes conocen el mundo electoral sostienen que un partido quiosco, en un año de comicios, puede reportarle al “dueño” unos 16 millones de pesos.

El frente

El frente conocido como Despertar y la fórmula Espert-Rosales ya venían de un acuerdo con otro partido-kiosco, Unir, comandando por Alberto Assef. Los memoriosos cuentan que en los años 70, un pequeño grupo de radicales decidió apartarse de su partido y apoyar “la epopeya de Perón”. Al líder justicialista le pareció simpática la idea en tiempos en que el radicalismo, que tenía las figuras de Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín, era una fuerza primordial. Por esa razón, los invitó a las reuniones de partidos en el restaurante Nino, pese a que eran un grupo minúsculo. Y luego le hizo un lugar a Assef en el avión en el que Perón volvió a la Argentina. Ese es el origen de Unir, que en otros tiempos se llamó Partido Nacionalista Constitucional.

Como la Casa Rosada tiene estudiado que Espert le saca votos a Macri, “convenció” a Assef con un regalo inesperado: el puesto número 11 en la lista de diputados nacionales de la Provincia de Buenos Aires, un lugar con el que tiene buenas chances de entrar a la Cámara. Dado ese carácter de partido-kiosco de Unir, Assef lo retiró de la alianza que respaldaba a Espert.

Sin embargo, el economista logró cambiar de montura rápidamente. Consiguió otro partido-kiosco, Unite, que lo proclamó candidato sin mayores obstáculos. El antecedente de Unite es que impulsó a “corta la bocha”, Ivo Cutzarida, aunque cuando la agrupación tenía otro nombre, y recientemente a la antiderechos Amalia Granata en Santa Fe.

Presentación

En la presentación hecha ante Servini, el fallido candidato Molina argumentó que Espert puso dinero para que Unite lo consagre como candidato. En general, los partidos-kiosco necesitan sumarse a un frente o a una candidatura que les permita supervivir como organizaciones reconocidas por la justicia. Por ejemplo, en esta elección necesitan superar el 1,5 por ciento del padrón electoral. El acuerdo suele ser: “no­sotros te damos la personería, pero los fondos que el Estado da para elecciones, lo manejamos nosotros en su totalidad”.

En un año electoral, el Estado entrega unos 18 millones de pesos para imprimir las boletas. Un partido con aspiraciones necesita aún más dinero que ese para pagar las imprentas. Pero a un partido sin aspiraciones le alcanza con gastar siete millones, es decir se queda con once millones. Y ni hablar cuando el acuerdo consiste en que todos los gastos los paga un candidato recién llegado. A esto se agrega que el Estado distribuye otros 85 millones entre los partidos. La mitad se divide por partes iguales entre todas las fuerzas, lo que en 2019 da otros cinco millones para cada partido. La otra mitad se distribuye en proporción a los votos de la elección anterior.

Legalidad

En la Argentina, los partidos se conforman presentando afiliados. Se trata del 4 por mil del padrón de cada distrito, pero hasta un máximo de un millón de ciudadanos. O sea, en una provincia como la de Buenos Aires, que tiene cerca de 14 millones de personas en condiciones de votar, igual rige el tope del 4 por mil sobre un millón y se necesitan solamente 4000 ciudadanos que acepten una afiliación, con su nombre, su dirección y su firma y esos afiliados duran de por vida.

Para presentar candidato a presidente es imprescindible tener personería en cinco distritos del país. Lo notable es que Unite consiguió esa personería nacional hace menos de diez días, tal vez impulsado por la campaña antiderechos de Granata. El total de partidos nacionales hoy habilitados es de 40, de los cuales la ciudadanía conoce muy pocos y hay muchos que son casi un bien personal. La sede del partido de Asseff, por ejemplo, es su propia vivienda, y entre los gastos del partido figuran los gastos de su hogar. La Cámara Nacional Electoral le pidió que bancarice las cuentas y Assef contestó en su momento: “no confío en bancos”.

Muchos critican que debería permitirse la presentación de quien quiera, sin exigir ningún requisito y rompiendo el monopolio que tienen los partidos para postular candidatos. La cuestión tiene rango constitucional justamente porque el objetivo es que la gente haga escuela en las fuerzas políticas, que sean un ámbito de formación y ascenso de cuadros y no que aparezca un oportunista o un candidato sostenido sólo por dinero o marketing. Tampoco es deseable la existencia de una Cámara de Diputados y una de Senadores con 50 bloques distintos, lo que hace más ingobernable un país.

La última instancia que queda para objetar a la dupla Espert-Rosales es la Cámara Nacional Electoral, pero parece imposible que el planteo vaya a prosperar. El saldo es una jugada fallida: todo indica que la Casa Rosada entregó una posible banca en Diputados a cambio de nada. Además de que fue un intento de proscripción muy notorio.