En el GBA los aumentos llegaron a niveles exagerados como en el caso de la leche, los productos lácteos, los huevos, la manteca, grasas y aceites.

Desde abril del año pasado que las familias vienen enfrentando los duros embates de la crisis económica que azota especialmente a los de menores ingresos. En esta coyuntura, los hogares deben recortar gastos superfluos y maximizar aquellos esenciales para la reproducción de los miembros del hogar en las mejores condiciones.

Ingresos

En algunos casos, los ingresos llegan a comprimirse hasta presionar sobre consumos básicos como son los servicios públicos (electricidad, gas, agua y transporte público) o incluso alimentos. La inflación en alimentos se disparó por encima de la inflación general después de la mega-devaluación iniciada en abril del 2018, al punto de alcanzar la máxima diferencia en abril del 2019, cuando los alimentos subieron un 66,2% interanual y el nivel general del IPC rondaba el 55,8%.

La aceleración inflacionaria que sobrevendrá en el mes de agosto y en los subsiguientes impulsados por una nueva maxi devaluación de más del 20%, impulsará especialmente los precios de los alimentos.

En el GBA los aumentos llegaron a niveles exagerados como en el caso de la leche, los productos lácteos y los huevos (+85,7%) o la manteca, grasas y aceites (+71,7%). Pero también crecieron fuertemente azúcar, dulces, chocolate y golosinas (+60,1%), carnes y derivados (+56,7%) y pan y cereales (+54,5%). Por el lado de las bebidas no alcohólicas, se destaca la escalada de los precios del café, té, yerba y cacao (+70,2%), pero también de aguas minerales, gaseosas y jugos (+56,6%).

De la misma forma, la canasta alimentaria (CBA) medida por el INDEC ha tendido a evolucionar por encima del IPC general a partir del mes de junio del 2018. En julio 2019 la inflación se posicionó en el 54,4% pero la CBA subió un 57,3% y la CBT un 58,6%.

Consecuencias

La consecuencia de todo esto es indefectible. En el segundo semestre del 2018 la pobreza alcanzó al 32% de la población, un aumento de 6,3 puntos porcentuales en relación al mismo periodo del año anterior y significó que casi 2,7 millones de argentinos pasaran a tal condición en apenas 12 meses, alcanzando en total a 14,3 millones de personas, sin tener en cuenta la población rural. A su vez, el aumento de la indigencia es de 5,5 puntos porcentuales en un año, lo cual afecta a unos 3,6 millones de personas que no logran siquiera acceder a una canasta básica de alimentos, implicando un crecimiento de casi 1 millón de nuevos indigentes urbanos en apenas 1 año.

Esta cuestión afecta en mayor medida a las niñas, niños y adolescentes. En el caso de los niños y las niñas el ratio de indigencia se eleva al 10,9% y en el caso de los adolescentes y jóvenes al 8,4% del total. De la misma forma, la pobreza lo hizo en un 46,8% en el caso de las niñas y los niños y en un 38,6% en el caso de las y los adolescentes.

Estimaciones de la UCA

Por caso, la UCA estima que mientras en el 2015 el porcentaje de indigentes alcanzaba el 4,5%, pasó a alcanzar el 6,1% en 2018. En el caso de los menores (0 a 17 años) el porcentaje pasó desde el 7,8% hasta el 10,9%. Con lo cual, uno de cada 10 niñas, niños y adolescentes en Argentina no llegarían a cubrir siquiera un consumo alimentario básico.

En el caso de la tasa de pobreza que estima la UCA, la misma pasó del 30% de la población en el 2015 al 33,6% en el 2018. Pero en el caso de los menores de 17 años pasó del 46,1% hasta el 51,7%.

Entre el periodo 2014-2016 a 2016-2018, la FAO estimó un aumento desde 2,5 millones de personas a los 5 millones con inseguridad alimentaria grave en el periodo en consideración.

La asistencia alimentaria directa registra un incremento entre 2015 y 2018 que se presenta de manera más pronunciada en el GBA, pasando del 26,9% de las niñas, niños y adolescentes del GBA en el 2015 al 40,3% de los mismos en el 2018. Con lo cual el aumento es de 13,4 puntos porcentuales en 3 años.

Mecanismos

Los mecanismos habituales para hacer frente a la problemática del hambre, se tornan insuficientes. Hoy existe una cantidad importante de argentinas y argentinos con acceso a un trabajo estable, que aún así presentan una situación de pobreza. Por caso, desde 2015 se observa cómo la evolución del SMVM ha tendido a descender en términos de poder adquisitivo de manera ininterrumpida.

Es así que el ingreso básico ha caído un 24% desde diciembre del 2017 y 36% desde mediados del 2015. Por la gravedad de la situación y la insuficiencia de mecanismos de mercado como paliativo de la emergencia, están proliferando los clubes de trueque en distintos puntos del Gran Buenos Aires como forma de satisfacer las necesidades del hogar por medio del intercambio de bienes y servicios de forma no tradicional.

A lo largo de estos años 4 últimos años, nuestro país se adaptó a transitar procesos de crisis financieras, cambiarias y macroeconómicas de diferente tipo. El deterioro de los resortes de contención social terminó socavando la capacidad del Estado de dar respuesta para hacer frente a esta situación. La emergencia alimentaria es lo único que no puede esperar. Es perentorio que la política pública recupera la capacidad presupuestaria para dar respuesta al reclamo más urgente: la necesidad de nuestros ciudadanos de acceder a los alimentos básicos para subsistir.