Nadie se puede animar a cuestionar que Internet modificó la vida de las personas de una manera radical. Sin embargo, la explosión de esta red de redes no podría haber sido posible sin la aparición de la conexión inalámbrica. Desde el momento en que dejamos de depender de los cables para que cada dispositivo se pueda conectar, la cantidad de usuarios creció a un ritmo cada vez mayor.

Parece que está entre nosotros desde siempre pero las conexiones WiFi no son tan antiguas como podríamos pensar. Este lunes 30 de septiembre se cumplen 20 años desde el lanzamiento del estándar inalámbrico 802.11b, presentado por la Wireless Ethernet Compatibility Alliance (WECA) y adoptado masivamente por los principales proveedores de hardware.

La aparición del WiFi, que permitió la conexión inalámbrica entre dispositivos electrónicos, ofreció a los usuarios "una libertad de conexión sin precedentes, menores costos e innovadoras posibilidades tanto para consumidores como para empresas", destacan desde la compañía Cisco.

Los primeros chips con esta tecnología empezaron a incluirse en computadoras portátiles en los años 1999 y 2000, mientras que el primer vuelo comercial donde los pasajeros pudieron conectarse a WiFi se produjo en 2004. En 2012, uno de cada cuatro hogares del mundo estaban conectados mediante esta tecnología inalámbrica.

En su lanzamiento, la industria pasó por varias generaciones y en la actualidad ya está disponible el último estándar (802.11ax o WiFi 6), que supone un gran avance en términos de velocidad y latencia, capacidad, fiabilidad y eficiencia energética.

WiFi 6, la generación que viene

El Wi-Fi 6 debutará en 2019, según anunció Wi-Fi Alliance, la organización que promueve esta tecnología. ¿Cuáles son las mejoras que ofrecerá la nueva generación de redes inalámbricas?

De acuerdo al organismo, tendrá mayor velocidad, capacidad y cobertura. Al respecto, anuncian una mejora sustancial de las conexiones en sitios muy concurridos, por ejemplo grandes estadios o espacios públicos, donde la señal en ocasiones flaquea.

Además, mejora la latencia y, de esa manera, facilita una operativa casi en tiempo real para aplicaciones como fábricas conectadas, vehículos autónomos y realidad virtual y aumentada. Y, por último pero no no menos importante, reduce hasta cuatro veces el consumo de batería en los dispositivos conectados.