Serrat visitó por primera vez la Argentina en octubre de 1969, a partir de allí, su amor con el país no dejó de crecer. La periodista y escritora rosarina, Tamara Smerling, retrató en su libro “Serrat en la Argentina: Cincuenta años de amor y aventuras” la historia del catalán con nuestro pueblo. En vivo, Smerling, dialogó para Cadena Oh!.
La presencia de Joan Manuel Serrat es casi cotidiana para los argentinos. Con 50 años de historia el cantante catalán nunca dejó de recordar nuestro país por la gran acogida que aquí recibía.
La periodista y escritora rosarina, Tamara Smerling, contó para Cadena Oh! que “el trabajo comenzó porque parecía un fenómeno digno para contar, es difícil de explicar por qué Serrat fue tan bien recibido cuando en el mundo había otros autores de gran nivel”.
El romance de Serrat con Argentina fue lo que motivó la curiosidad de Tamara, quien explicó que el español llegó por primera vez a nuestro país en 1969, en un clima de convulsión social y política.
“La relación de Serrat con Argentina me daba provocaba gran inquietud, en los 70, por ejemplo vino a la Argentina hasta 3 veces el mismo año, saltando de club en club. Es difícil de explicar cómo Serrat igue teniendo esa respuesta del público cómo se mantiene tan presente en lo cotidiano, aun sin vivir acá” expresó Tamara.
“Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y de aventuras” fue editado por editorial Planeta y se encuentra disponible en todas las librerías del país.
Sinópsis
Joan Manuel Serrat era, en 1969, alguien casi desaliñado. Alguien que cantaba la frase “tu nombre me sabe a hierba” como si se la estuviera diciendo en secreto a quien lo escuchaba. Era un músico, un cantante de quien se decía que era un poeta, que frecuentaba los programas interminables de los sábados, en la televisión argentina, con apenas una guitarra en la mano y un puñado de canciones que recorrían el mundo de Jacques Brel aprendido desde el franquismo. Y que pintaban el retrato más ácido –y también el más tierno– de esos personajes de pueblos blancos, que espiaban tras los visillos. Pero su historia, o, mejor, la historia de amor con la Argentina, contada con meticulosa pasión por Tamara Smerling, es a su vez otras historias. La de una época pero, sobre todo, la de un cambio notable en las maneras de escuchar y en las formas de relacionarse con la música. Las canciones de Serrat podían bailarse. Pero también debían escucharse. Como toda Gran Historia, se construye con las pequeñas historias. La de la chica que llamó por teléfono a su mejor amiga para decirle que se había enamorado, después de haberlo visto por primera vez, aún un desconocido, en la televisión; el improbable encuentro con Aníbal Troilo y Rubén Juárez, mientras empujaba su auto descompuesto hasta la vereda; los tira y afloja con los productores de la época. La historia de una voz, finalmente, contada, como se debe, a muchas voces.
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