El municipio ya tiene 55 licencias en caución que fueron devueltas por sus titulares. Pocos clientes y costos en alza, una ecuación compleja. Pese a que está prohibido, crece la oferta de chapas y el valor se desplomó.

El aumento del precio de los automóviles, la caída de los viajes y el temido desembarco de las aplicaciones de movilidad, hieren de gravedad al servicio de taxis de Rosario. Según advierten los representantes del sector, el recorte de ganancias es tan brutal que quienes tenían un taxi como inversión están buscando salir del negocio.

Por eso, admiten, pese a que está prohibido cada vez se ofrecen más chapas a la venta. Si se presta atención a los avisos donde se ofrecen las licencias, se nota también que bajaron notablemente su valor. Si a principios del año pasado se ofrecían a 38 mil dólares, actualmente se cotizan en unos 20 mil dólares. Casi la mitad.

Números

"Es que los números no cierran por ningún lado", se quejan los taxistas. Que pasan cada vez más tiempo frente al volante para mantener el nivel de ingresos. La caída de viajes, advierten, es brutal. Actualmente, el promedio de viajes por turno varía alrededor de los 20, mientras a comienzos del año pasado se llegaba a hacer una media de 29 viajes.

De todas formas, dicen, el número está lejos de los 45 viajes que se hacían hace unos doce años. "Eso era una locura, teníamos una tarifa barata y un país en crecimiento, una situación completamente diferente a la actual", recuerdan.

Para los dueños de las unidades de alquiler, la disminución de ingresos volvió al taxi una inversión poco rentable. En esa coyuntura, la aparición de aplicaciones como Cabify o Uber, aparecen como la gota que colmó el vaso y vuelven aún el negocio menos atractivo.

Crisis

"Con las crisis suelen aumentar las transferencias de licencias. Actualmente, el servicio no es rentable para los dueños de taxis que no conducen y tienen que emplear a dos choferes. Por eso, las personas que mantenían un taxi como inversión son las que se salen del sistema y transfieren las licencias", señala José Iantosca, presidente de la Cámara de Titulares de Licencias De Taxis de Rosario (Catiltar).

Es más, afirma que "actualmente el municipio debe tener unas 55 chapas en caución, que se devolvieron y no se volvieron a entregar porque no hay mercado".

En el diagnóstico coincide la titular de la Cámara de Mujeres Taxistas, Noelia Gaitán. "Hay muchos dueños que están devolviendo las chapas, la situación se complicó muchísimo. Incluso hay dueños que venden la chapa porque ya no pueden cambiar el auto que, por ordenanza, no puede tener más de diez años de antigüedad".

La caída

En Rosario los taxis son un servicio público regulado por la Municipalidad. Las licencias son propiedad del municipio, por lo cual su comercialización está prohibida. Sin embargo, las chapas sí pueden transferirse a otro interesado en prestar el servicio; por lo cual la venta y el alquiler de licencias son prácticas tan viejas como el mismo sistema.

De hecho, en los últimos meses se ofrecen cada vez más chapas; aunque por la crisis su precio esté cada vez más devaluado. Basta recorrer los avisos clasificados de los medios de comunicación: actualmente las licencias se ofrecen a unos 20 mil dólares. A principios del año pasado, el valor de las mismas era de 35 o 38 mil dólares.

"El precio baja porque el taxi ya no es rentable", señalan quienes conocen de cerca el negocio, que consideran "está a punto de agotarse".

Para Gaitán, la crisis del servicio tiene varias caras. "Hay muchos compañeros que salen del sistema porque no pueden renovar las unidades, porque no hay subsidios para cambiar los vehículos. Después de la última devaluación, los repuestos y el arreglo de los autos se fueron por las nubes y la caída de los viajes no para. Además, los costos laborales son cada vez más difíciles de afrontar, hay muchos juicios laborales, todo esto hace que los titulares elijan desprenderse de las licencias", dice.

Y advierte que, en medio del revuelo planteado por la crisis, quizás sea momento para pensar transformaciones en el servicio. Por ahora, queda esperar que pase la tormenta.