El 70 por ciento de los adultos de más de 75 años presenta alguna pérdida auditiva. Escuchar poco o nada limita la vida cotidiana y la conexión social y familiar. La importancia de detectar el problema y tratarlo a tiempo.

El 70 por ciento de los adultos de más de 75 años presenta alguna pérdida auditiva. Escuchar poco o nada limita la vida cotidiana y la conexión social y familiar. La importancia de detectar el problema y tratarlo a tiempo.

La pérdida de la audición relacionada con la edad —o por otras causas— puede provocar aislamiento y hasta depresión en las personas mayores. Si bien hay alteraciones que se producen de manera inevitable con el paso del tiempo, estar atentos a los síntomas —tanto la persona como su entorno familiar— y consultar al médico en forma rápida, puede ayudar a mejorarles la calidad de vida de manera notable.

"No oír bien, no entender con claridad una conversación, no poder atender el teléfono, no abrir la puerta, no escuchar bien la televisión o la radio y necesitar subir el volumen (algo que puede resultar molesto para los demás) son situaciones que pueden alterar el día a día de un adulto mayor. A esto se suma el hecho de que no responden a los familiares cuando éstos le hablan y eso puede generar desde destratos a malos tratos, lo que provocará que el estado de ánimo de la persona se vea afectado. Cuando un anciano empieza a notar que es cada vez más complicado integrarse, no es raro que se aísle. Y el aislamiento que se prolonga favorecerá la ansiedad y hasta la depresión", explica a Más el médico gerontólogo Andres Toussaint.

Entre el 70 por ciento y 80 por ciento de los adultos mayores de 75 años presentan alguna pérdida auditiva, lo que limita su vida cotidiana y su conexión social y familiar. Del 10 al 30 por ciento, además, están dentro de un grupo de afectados más severos que posiblemente necesiten ser evaluados para un implante coclear, según menciona el otorrinolaringólogo Héctor Ruiz, presidente de la Asociación Panamericana de Otorrinolaringología y Jefe del servicio de otorrinolaringología del Hospital Privado de Rosario.

Los especialistas que atienden habitualmente a personas mayores hacen hincapié la necesidad de detectar a tiempo la hipoacusia y comenzar a tratarla. También destacan la importancia de la prevención, que tiene que darse durante toda la vida. La exposición a niveles dañinos de ruido, muy frecuente en estos tiempos, es un problema que los médicos vienen "denunciando" desde hace años. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que 1.100 millones de jóvenes de todo el mundo podrían estar en riesgo de sufrir pérdida de audición debido a prácticas auditivas perjudiciales.

Posibles soluciones

Que alguien mayor escuche poco es tomado como algo natural. Pero los profesionales consultados comentan que hay cosas para hacer. Además de prevenir, se pueden tomar acciones para cambiar esa realidad.

"Lo primero que se debe hacer es diferenciar las posibles causas de hipoacusia, las que pueden afectar a cualquier individuo sin discriminar edad como otitis agudas, crónicas, hipoacusia neurosensorial idiopática, trauma acústico, de la causa mas común de hipoacusia en el adulto mayor que es la presbiacusia o sordera senil. Se estima que del 70 por ciento al 80 por ciento de los adultos mayores presenta algún grado de pérdida auditiva que se correlaciona con la disminución de la calidad de vida", destaca Toussaint.

La presbiacusia se define como un proceso fisiológico de deterioro en la percepción e integración de los sonidos que provoca dificultades en la relación con el entorno. "Los hallazgos en las estructuras pueden ir desde atrofia del órgano de Corti, pérdida neuronal coclear, degeneración en las vías auditivas, alteraciones mecánicas y una lista de eventos que van a terminar provocando sordera de por sí, pero si a esto se le suma cualquier otra causa podría adelantar o precipitar la sordera. La exposición a ruidos ambientales o el uso de fármacos tóxicos para el oído pueden agravar el panorama", señala el médico.

Tanto Ruiz como Toussaint dicen que es crucial no dar por sentado que cuando se es viejo hay que escuchar mal o dejar de escuchar. "Con respecto a la detección a tiempo del problema, podemos decir que los ancianos, en general, aceptan mal este déficit sensorial, por eso es necesario concientizarlos para mejorar la calidad de vida y la integración. Lo que veo en el consultorio es que muchas veces se pasa por alto esta alteración y se prolonga en el tiempo afectando emocionalmente al individuo y favoreciendo el aislamiento. El rol de la familia es muy importante porque no siempre estas personas viven acompañadas, entonces, si detectan que empezó a escuchar mal, que está retraído o retraída, que se aleja de los lugares donde hay mucha gente o permanece como ausente o sin mencionar muchas palabras durante un almuerzo familiar o encuentro, hay que prestarle suma atención y charlarlo con el médico de cabecera o un especialista", dijo el gerontólogo.

"Sin dudas es una de las principales causas de discapacidad sensorial que afecta la interacción familiar y social, limitando la capacidad para comunicarse y, por consecuencia, generado aislamiento y pérdida de la autonomía y contribuyendo al desarrollo de la ansiedad, depresión y deterioro cognitivo. Durante el envejecimiento, la pérdida de audición es considerada como uno de los problemas de salud pública más importante por su impacto sobre el bienestar físico, emocional y social de la persona. Lo que sucede es que el déficit auditivo no sólo afecta la percepción y la comprensión del habla sino que también condiciona el nivel de participación social. Esto último se manifiesta en una tendencia a la depresión, a la disminución de la autoestima, al aislamiento social y al aumento significativo del estrés familiar, hechos que también son observables en personas con cierto grado de demencia”, expresa Héctor Ruiz.

En ese contexto —agregó— a medida de los adultos mayores pierden la audición, ven disminuir notablemente su calidad de vida, se reducen las posibilidades laborales, se aíslan de su mundo social y hasta comienzan a padecer deterioro en sus relaciones familiares. “Todo esto lleva secundariamente a un estado depresivo, con pérdida de la autoestima ante la creencia de que esta situación es irreversible”.

Nuestro país no está ajeno a esta realidad, comenta el otorrinolarngólogo. “En Argentina, en los últimos años, hay un aumento de la expectativa de vida: se estima que para el 2030 los mayores de 65 años representarán el 18,3% de la población. Según la Organización Mundial de la Salud, en nuestro país, la discapacidad auditiva corresponde al 18% de las discapacidades, siendo el 86% dificultades auditivas moderadas, mientras que el 13% corresponden a hipoacusias neurosensoriales de severas a profundas”.

“Por eso, las políticas sanitarias han puesto el foco sobre esta situación buscando una solución que permita a los adultos mayores con hipoacusia reconectarse con el mundo del sonido y, así, mantenerse activos social, psíquica y laboralmente”, agrega.

Opciones

El médico de cabecera del anciano (o el especialista) es el encargado de hacer el diagnóstico correcto y proponer el camino más adecuado para mejorar la situación. “La presbiacusia no se puede curar, pero existen pautas de comportamiento adecuadas y un tratamiento rehabilitador con los medios que la tecnología nos brinda. Además hay acciones que podemos generar como hablarles de frente y mirando bien a la cara, lentamente, pronunciando bien, en ambiente no ruidoso y sin gritarles. El uso de audífonos, el entrenamiento auditivo, los sistemas de apoyo como señales luminosas en el timbre o la puerta, vibradores en el bolsillo o la almohada, auriculares inalámbricos para televisión y la radio, amplificadores de sonido en teléfonos y teléfonos móviles para presbiacúsicos son todas alternativas válidas. Lo que hay que tener en cuenta es que las opciones dependerán también de las posibilidades económicas del paciente. En el caso de la prescripción de audífonos, son generalmente aceptados por las obras sociales, algunas con más o menos demora, pero lo cierto es que el mercado provee una enorme variedad de precios y calidades”, aclara Toussaint.

“Considerando que en esta situación el entorno es clave y nos referimos a los familiares directos con los que convive, con los que no convive, los individuos de la sociedad con los que se relaciona en sus actividades diarias y los actores del sistema de salud, todos deberían entender que es necesario realizar acciones encaminadas a mejorar la audición, acompañando desde el buen trato y comprensión hasta la consulta médica y el logro de un tratamiento”, enfatiza el médico.

Implantes

“Desde hace varias décadas se reconocen los beneficios del implante coclear (IC) en niños, adolescentes y adultos jóvenes”, dice Héctor Ruiz. “En los adultos mayores se generaron dudas y ciertas resistencias a este dispositivo. Pero esas dudas se fueron disipando con los resultados obtenidos en diversos centros implantadores de todo el mundo y de la Argentina. A tal punto que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó el uso de estos dispositivos en adultos en el año 1985. Los pacientes adultos mayores con hipoacusia neurosensorial profunda, posteriormente a la colocación del IC, obtienen un incremento significativo, no sólo de su calidad auditiva, sino también en la esfera social, emocional y cognitiva”, puntualiza el otorrino.

“Las evidencias demuestran que la edad no debe ser una razón para excluir a un adulto mayor a ser un potencial candidato al IC. Al contrario, el resultado del implante coclear es similar a los adultos jóvenes demostrado por la presencia de la plasticidad cerebral independientemente de los años de deprivación de la audición. Pese a la mayor plasticidad del tejido cerebral joven, está demostrado que en pacientes implantados en la tercera y cuarta edad se obtienen similares posibilidades de recuperación”, subraya el profesional.

Además de una evaluación minuciosa para saber si ese paciente es candidato a un implante (durante muchos años hubo gran resistencia también debido a la necesidad de una anestesia general, algo que fue cambiando gracias a los avances en anestesiología), hay que tener en cuenta que las obras sociales en general no los reconocen o lo hacen con enormes demoras.

La depresión y la sordera están más relacionadas de lo que se creía. Hoy se sabe que los adultos con alteraciones auditivas son más vulnerables emocionalmente, y que esto se da, sobre todo, en la franja que va de los 65 a los 75 años.