Un fanático sabalero escribió unas líneas cuando volvía de Paraguay. En el sentido relato expresa lo vivido en la jornada del 9 de noviembre en Asunción. Mirá.

La gran variedad de emociones vividas en Paraguay por los hinchas de Colón quedarán sin dudas para siempre en la memoria de todos los presentes. Así lo reflejan sus testimonios que, a pesar de no haber logrado la coronación, saben que formaron parte del momento más trascendental en la historia del club.

El éxodo de hinchas significó una imagen imborrable. La movilización más grande en la historia del fútbol argentino emocionó a propios y ajenos, guardándose en la retina de todo un país. Las rutas, las calles, las esquinas, los bares… todo tenía los colores y la música de Colón de Santa Fe.

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Gonzalo, un fanático sabalero, viajó desde Buenos Aires para alentar al rojinegro y escribió unas emotivas líneas mientras regresaba a la capital argentina: “Ya estoy llegando a casa. No traigo lo que fui a buscar, traigo algo más”, asegura en el escrito que envió a Nexodiario.

La carta completa

Estoy saliendo de Asunción.

Me acuerdo de que faltaban menos de diez minutos para que empiece el partido. Acabábamos de vivir el momento más emocionante del fin de semana y de golpe cambió el viento. 

Un fresco surrealista arrastró como si nada el calor infernal y se llevó a pasear los globos que habíamos inflado instantes atrás y que guardabamos para recibir al equipo.

Se ensambló en el aire una nube densa de globos rojos y negros que se arremolinó y terminó refugiada adentro de un arco. En ese mismo arco, un rato más tarde, a una pelota le truncaron el recorrido que había arrancado desde el botín de nuestro 10. Parecía un chiste. ¡Si fue tan simple para los globos!

La lluvia empezó a doler en la piel. Entendimos que el partido que estábamos por ver no era el partido que fuimos a ver. No se distinguía lo que pasaba abajo y el cuerpo te imploraba que atiendas lo urgente: que le compres un piloto de plástico a los vendedores prevenidos, que te guardes debajo de un techo o de las tarimas de las cámaras, que te lleves de ese lugar a los más pequeños, que te tapes como puedas con pedazos de la lona con el logo del evento que montaron unos días atrás. 

En algún momento creímos que era parte de la mística del día y que el final sería el esperado, pero no. El viento había cambiado de verdad.

La lluvia recién aflojó cuando ya caminábamos en procesión, con los fuegos artificiales retumbando fuerte a nuestras espaldas. Ni siquiera nos dimos vuelta a mirar.

Quizás si no cambiaba el viento la historia era otra. Quizás si esa pelota terminaba adentro del arco, como esa nube de globos, también. Quizás pronto venga otro viento que arrastre el desconsuelo por lo que no fue y nos deje la alegría de lo que sí fue: los abrazos en tierras lejanas, las lágrimas de emoción, el orgullo, la eterna expectativa, la ilusión de siempre, los gritos de identidad, al ritmo de la música, que se escucharon en todo el continente.

Ya estoy llegando a casa. No traigo lo que fui a buscar, traigo algo más.