Pernía llegó a la cita en Centenario con siete puntos de ventaja sobre Rossi, siendo los únicos pilotos que podían aspirar al título. Y allí, con temple para administrar la diferencia e inteligencia para capitalizar las bondades del Renault Fluence, enseñó el aprendizaje que pudieron dejarle las frustraciones del pasado. Se impuso en la prueba de clasificación y estiró a nueve unidades la brecha con su contrincante; con el mejor registro en la Súper Clasificación aumentó la distancia a 12, con 25 en disputa. En la carrera final manejó con la cabeza fría, sin enredarse ni dejarse empujar por el temperamento sanguíneo, un sello distintivo de la familia, esa que tuvo a Vicente como un tenaz y destacado defensor en los años dorados del Boca que conducía Juan Carlos Lorenzo.
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Dejó escapar en la largada a Canapino -firmó el único éxito de Chevrolet en el año- y se dedicó a ser prolijo sobre un trazado que puede ofrecerse cambiante, debido a la tierra que ensucia el asfalto. Controló al mendocino Santero y más tarde a Rossi, cuando el cuyano le dio pista para que ensaye un ataque; en el final, una vez que el Misil observó que la suerte estaba echada, le devolvió el puesto a su compañero de estructura, que en 2019 fue un fiel ladero. Así, Pernía sumó 190 unidades, contra las 175 de Rossi y selló con holgura la temporada. "Hicieron mejor las cosas, porque después de quedar mano mano, ellos fueron contundentes. Hasta la 9na fecha [el calendario tuvo 12], habíamos ganado la misma cantidad de carreras y en los puntos estábamos iguales, pero ellos crecieron en la performance. Fue un justo campeón, no hubo suerte ni azar", lo reconoció Rossi. Campeón y subcampeón se abrazaron y mantuvieron una charla privada, toda una muestra de respeto y de Fair Play.
Cuando la categoría cumple 40 años, primero como TC2000 y desde 2012 con la nueva denominación -Súper TC2000-, Pernía se quitó ese estigma que empezó una década atrás, siendo subcampeón de José María Pechito López; un año después, a pesar de tener una ventaja de 8,5 puntos, Norberto Fontana lo relegó a pintar el N°2; la derrota con Rossi, en 2013, repitió la historia y la herida se hizo más profunda en las dos definiciones con Néstor Girolami (Peugeot 408), en 2014 y 2015. Pernía fue paciente, asimiló las frustraciones y se alimentó de ellas para convertirse en el nuevo rey.