Los turistas que visitan Chernobyl ya pueden comprar un falso helado «radioactivo» y frasquitos con aire de Chernóbil que cuestan 17 euros y que les permiten inhalar «el inolvidable olor de las estructuras de hormigón en desuso de la Unión Soviética, la humedad de los sótanos, mezclada con el aroma de las rosas de Pripyat». La serie HBO sobre el peor desastre nuclear de la Historia llegó la zona de curiosos y los comerciantes quieren aprovecharlo.

La agencia de viajes Solo East ha visto aumentar las reservas en un 45%, aunque su propietario, Sergii Ivanchuk, no está muy contento: «La serie de HBO no ha tenido un impacto positivo. La situación es terrible», dijo al diario británico The Guardian. Tras 19 años dedicándose a llevar a los turistas a la Zona, está consternado por los planes del nuevo presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy, de convertir el lugar en un «paraíso turístico» y se negó a cambiar el itinerario, ya que quiere mostrar el Chernobyl real, no uno que se ajuste a la versión televisiva.

Ivanchuk también deplora el hecho de que algunas agencias saquen provecho de la popularidad de la serie y vendan recuerdos de mal gusto, desde imanes para la nevera hasta camisetas que representan lobos radioactivos con ojos que brillan en la oscuridad. «Debería ser obvio que un desastre que causó la muerte de miles de personas debería ser tratado con respeto», señala: «A nadie se le ocurriría fabricar imanes para cámaras de gas y venderlos en la entrada de Auschwitz».

Según la periodista Julie McDowall, Chernobyl vive «una flagrante falta de respeto». «Los fans de la serie comenzaron a visitar las salas de control de la planta para recrear la escena en la que el horror del inminente desastre nuclear se cierne sobre los técnicos. Se les dan las mismas batas y gorras blancas que vemos en la pantalla, e inmortalizan el momento con sus cámaras, repitiendo uno de sus momentos favoritos de la serie: Not great, not terrible«.

Recuerdos en eBay

Iaroslav Iemelianenko, presidente de la asociación de guías de Chernobyl, prefiere pensar en los aspectos positivos. En su opinión, Chernobyl debería presentarse como un lugar en el que Ucrania logró superar un trágico accidente, a pesar de todo. «Hay que promoverlo, hablar de ello, atraer a la gente», defiende. Algunos turistas, como Jan Mavrin, aseguran haber acudido para recordar a quienes perdieron la vida. «Hay que mostrar una especie de respeto por este tipo de sitios», dice este joven esloveno, tomando una foto de una gran rueda abandonada en Prípiat. «Hay que ser modesto, no solo pasearse por los alrededores recopilando cosas», añade.

Porque los visitantes, tanto los que siguen los circuitos oficiales como los que entran ilegalmente, suelen llevarse de recuerdo objetos que toman ilegalmente. «Ni siquiera nosotros, los originarios de Prípiat, nos permitimos sacar nuestras propias cosas de aquí», explica Oleksandre Sirota, del centro de información. «Nos sorprende cuando los vemos en eBay». Sirota dice que le «cuesta imaginar» las consecuencias del proyecto gubernamental para el desarrollo turístico de Chernobyl, y considera que la capacidad de acogida es limitada. «No tenemos ninguna experiencia sobre en qué puede convertirse».