Cuando alguien te agrede, te traiciona o hace algo desagradable que no esperabas, seguramente te enojás, te resentís y experimentás gran dolor.

Quizás tu primera reacción sea devolverle el daño con una actitud similar. También podés elegir mantenerte alejado de esa persona y ni siquiera querés oír algo que te la recuerde. Otras posibles reacciones son quizás más dañinas, como la de planificar una venganza.

Los efectos de estas acciones son en muchos casos desastrosos. Grandes guerras, asesinatos y destrucciones tuvieron origen en círculos de venganza sin fin, y la literatura también se nutrió en estas experiencias. Sin dudas conocerás más de un dicho popular que alude al perdón y su importancia.

Quizás seas consciente de que a veces hacés daño a otros. Tu experiencia y personalidad determinarán si sos de hacerte cargo de lo que hiciste y pedir disculpas o preferís vivir tranquilo imaginando que no hacés daño a nadie. Pero cuando alguien te lastima a vos las cosas son diferentes.

Casi todas las religiones y filosofías enseñan que es necesario perdonar, y ese perdón puede implicar acciones que no tenés ganas de realizar, como “olvidarte” de lo que te hicieron o “reconciliarte” con tu agresor, incluso se enseña que hay que “poner la otra mejilla” y quedar a merced de lo que el agresor decida.

Podés estar de acuerdo o no con estas enseñanzas, podés practicar alguna religión o no, pero la Psicología Positiva -que también estudia el efecto que tiene el perdón en nosotros-, descubrió que hacerlo, ayuda a mejorar la salud.

Claro que si pensás que el perdón es algo que concedés al otro quizás no tengas ganas de perdonar. Sobre todo si recordás la agresión, lo que hará que vuelvas a enojarte y revivir las emociones negativas que te generó. Lo que tenés que comprender es que perdonar es una tarea que estarás haciendo para vos, no para el otro.

Los psicólogos que estudian acerca del perdón destacan ciertas características que tenés que tomar en cuenta:

  • El perdón no es reconciliación: no implica que tenés que volver a relacionarte con quien te agredió. Incluso en muchos casos lo mejor que podés hacer es no reestablecer el vínculo tóxico que generó el daño.
  • El perdón no equivale a un indulto o justificación o tolerancia de la agresión: es un punto muy difícil ya que a veces el mismo agresor te dice que es necesario “que lo perdones” o que “no fue para tanto”. El daño fue un hecho y no debe ser tolerado.
  • Perdonar no significa excusar con motivos atenuantes ni negar el daño: no podés creer que te dañó porque “estaba muy estresado” o porque “había bebido de más” o decir “sí, me pegó pero a mí no me duele” en realidad “no me hizo nada malo”.
  • Tampoco implica olvido del daño como si no hubiese existido: perdonar significa ver el daño desde una cierta distancia, con otra perspectiva, por lo que olvidar el daño en verdad dificultaría ese proceso.

Las personas que pueden perdonar tienen menos posibilidades de deprimirse, ser odiosas y hostiles con los otros, y bajan sus niveles de ansiedad e irritación. Lo cual generará mejores vínculos sociales, empatía y mayor bienestar emocional. También aumenta la autoestima y la esperanza.

A largo plazo, el resentimiento, la hostilidad y el rencor que guardás sólo sirve para hacerte daño, tanto física como emocionalmente. Además daña tus vínculos, y no me refiero al vínculo con tu agresor, sino con los demás, ya que hará que comiences todas tus relaciones con desconfianza y desde el prejuicio.

No te abrís con los demás porque te hirieron en el pasado, y eso hace que los demás no puedan brindarse con vos, lo cual genera un círculo vicioso en el que el principal perdedor sos vos por seguir enredado en el resentimiento.

Sin dudas vale la pena intentar salir de ese círculo ¿Verdad?

(*) Laura Podio es licenciada en Arte y Psicóloga (MN: 66722), fundadora y directora de PSIDEAR Psicología desde el Arte.