Al frente del canal de noticias Fox NewsRoger Ailes (John Lithgow), uno de los productores televisivos más míticos de su generación, también es un hombre cruel, autoritario y acosador, que maltrata a sus empleadas y enuncia comentarios groseros y sexistas.

Estamos ante una película contada desde la visión de las víctimas que sirve como ejemplo de numerosos casos similares vividos a diario

Cuando la presentadora y estrella televisiva Gretchen Carlson (Nicole Kidman) decide denunciarlo ante la Justicia, los años de abuso saldrán a la luz. Será entonces cuando sus compañeras, entre ellas Megyn Kelly (Charlize Theron) y Kayla Pospisil (Margot Robbie), tendrán que vencer sus propios miedos e inseguridades para también aportar su testimonio contra el poderoso ejecutivo, y que así la verdad se conozca.

Basada en una historia verídica y reciente, El Escándalo (Bombshell) narra esta historia. Se trata de un filme poderoso respaldado en las soberbias actuaciones del trío protagonista: Kidman, Theron y Robbie, cada una de ellas en un registro distinto, pero igual de creíbles y conmovedoras.

La sensibilidad del filme lo transforma en una muestra real de “la cultura del silencio” y del costado más oscuro, repudiable y sucio del mundo de los medios.

Pero más allá de los logros artísticos de El escándalo, vale recalcar que así como la denuncia reflejada en la ficción jamás hubiera ocurrido sin la aparición del movimiento Me Too, la realización de este largometraje tampoco hubiera sido posible sin la saludable ola de empoderamiento que estamos viviendo, y de la que Hollywood no resulta ajeno.
Estamos ante una película contada desde la visión de las víctimas que sirve como ejemplo de numerosos casos similares vividos a diario, no solamente en los medios americanos, sino también en las redacciones y estudios de televisión vernáculos.

Jay Roach detrás de cámaras logra darle ritmo a la historia transitando un camino que salta del drama a la sátira con gran naturalidad. El guión de Charles Randolph no idealiza a ninguno de las heroínas; por el contrario, las presenta con sus miedos, contradicciones y naturalizaciones, haciendo que el contexto y la trama resulten verosímiles y cercanas.

La sensibilidad del filme lo aleja del clásico tono acartonado del cine denuncia, a la vez que lo transforma en una muestra real de “la cultura del silencio” y del costado más oscuro, repudiable y sucio del mundo de los medios.