Los Mancini llegaron desde Capital. Con una sonrisa enorme, cada miembro de la familia luce su ropa azul y naranja brillante, y las botas que alquilaron para moverse en la nieve. Fabiano y Luana apenas superan los 20 años. Como otros tantos visitantes, eligieron un destino que su Brasil natal no les ofrece. Unos amigos oriundos de Chile se sienten casi locales en esta tierra austral. Hacen ruido, su tonada se funde con la de los argentinos, los cariocas, algún inglés.
Visitar esta tierra llamada “Fin del Mundo”, paradójicamente, puede resultar un excelente principio para turistas de distintas latitudes.
En el caso de la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, la nieve resulta ideal para sumergirse en todo tipo de disciplina deportiva, con el imponente Cerro Castor y sus prestaciones como escenario excluyente.
Contemplar los paisajes también representa un buen inicio, ya sea de un mirador o cerquita de la orilla, o a bordo de un catamarán que surca las aguas del canal Beagle. Hay excursiones en 4x4 y en helicóptero. El paseo en el tren al estilo postal de época y la recorridas por museos emblemáticos terminan de rubricar la afirmación: Ushuaia puede ser el principio, y de mucho.
Que 20 años no es nada
A sólo 26 kilómetros de la ciudad de Ushuaia, hace dos décadas veía la luz el centro de esquí más austral del mundo.
Actualmente Cerro Castor ofrece 34 pistas con diferentes dificultades, que acaban de ser reacondicionadas, y extendieron la red de nieve artificial en la pista Albatros, en la parte este de la montaña.
“Hay una totalidad de once kilómetros con nieve fabricada, cubriendo un 30 por ciento de ellas con 28 cañones y lanzas”, dice con precisión de contador Juan Begué (36), hijo de Juan Carlos, el mendocino que desembarcó en Ushuaia con el sueño de transformar a la ciudad en un destino invernal.
Los 12 medios de elevación son sin dudas un punto a favor: modernos y con un tiempo de espera mínimo (la pesadilla de la espera eterna es habitual en otros centros). Para seguir sumando a la lista: el snowpark más grande de Sudamérica, un circuito de ski cross, un área para principiantes y fuera de pista, todo en un predio de 650 hectáreas esquiables. Además, hace dos años convirtieron un espejo de hielo en pista de patinaje.
Y hay más números que impactan: el complejo cuenta con ocho puntos gastronómicos, cuatro en la base y otros tantos distribuidos en diferentes alturas del cerro, con capacidad para atender a más de 1.000 comensales en simultáneo.
Un ejemplo es Morada del Águila, con estructura de troncos y un hogar a leña a pasitos del ingreso. Sentarse a almorzar un corderito fueguino a la cruz cocido a fuego de lenga resulta una experiencia más que provechosa antes o después de esquiar en Cerro Castor.
“Cuenta con una nieve de buena calidad por la posición insular. La eligen equipos olímpicos, hasta de China vinieron. No hay que olvidarse que aquí llega gente de todos lados, muchos a través de cruceros. Hay siete vuelos diarios en invierno, y la cifra crece a 12 de octubre a marzo”, afirma Marcelo Lietti, presidente de la Agencia de Desarrollo Ushuaia Bureau.
Noche mágica
Hace dos días nevó y mucho. La temperatura descendió al subsuelo y en la postal ahora manda el blanco, que incluso cubre las copas de las lengas y coihues. Beto acelera para que la combi llegue a tiempo. Viajar sentado atrás puede generar zozobra, más para quien no está acostumbrado a caminos resbaladizos y a una oscuridad que abraza.
El punto de inicio de esta travesía es el refugio de Ernesto Krund, un alemán que durante años llevaba la correspondencia a caballo. Cruzaba la zona del Paso Garibaldi, hoy el punto más alto de la Ruta 3. Y como tardaba días en cubrir los tramos, había construido ranchos. Uno de esos estaba en las cercanías de Las Cotorras, al pie del cerro que finalmente le dio su nombre.
Justamente allí la experiencia, bautizada “Noche de Pioneros”, pone primera con la división de una veintena de ansiosos en dos grupos. Los integrantes del primero, en parejas, se suben a siete motos de nieve.
Como patitos en fila, comienza lentamente el raid. Hay que tomarle la mano al acelerador, no quitarle la vista al circuito diseñado con pendientes, curvas y contracurvas, sólo iluminado por las luces frontales de los vehículos y las linternas enganchadas a los cascos.
Se cruza el río Lasifashaj, el Canal de las Golondrinas, y se interna en el bosque andino patagónico, donde la conducción requiere máxima atención. Es adrenalínico, inquietante.
Arriba espera una réplica de un refugio hecho con madera de lenga. Llega también la otra mitad del grupo, que ensayó una larga caminata con raquetas calzadas en los pies para afirmarse en la nieve.
Juan Ronco, uno de los guías, se quita el casco y suelta sus rastas. Abre la puerta y detalla el menú “reparador”: brocheta de vegetales, bifecito a la riojana y manzanas especiadas con vino tinto y canela. Para cerrar promete un café carretero, que termina de tomar gusto con las brazas de la salamandra. Se charla, mandan las historias.
Antes de emprender el regreso, se impone un ritual: tomarse unos minutos solo, a la intemperie. Y disfrutar del silencio viendo cómo la luz de la luna se cuela entre las ramas para iluminar el piso nevado del bosque. Para el retorno, el que subió en moto baja caminando, y viceversa. Es una noche mágica.
Tres pilares de la gastronomía
En Ushuaia, tres son los pilares en que se apoya la gastronomía local. Por un lado, el Canal Beagle produce una de las mejores centollas del planeta, una delicia. Luego surge la codiciada merluza negra, con su carne blanca como papel, que se pesca a más de 1.000 metros de profundidad en el Atlántico Sur, frente a sus costas patagónicas.
“Son platos típicos, orgullo de nosotros, los chefs. A la centolla se le detecta mejor el sabor al natural, con sal y limón. Por eso cuando la ofrecen va directo de la pecera a la cocción, y luego al plato”, explica el chef Luis Bernal, representante de una cocina fueguina que, asegura, debe incorporar platos ricos en calorías por tratarse de una zona fría. Y continúa: “Yo digo que la merluza negra es el bife de chorizo del mar. Por su carne bien compacta, ideal para hacerla grillada”.
Bernal también encumbra al cordero local, con su fama de incomparable, ya que de tanto caminar para conseguir su alimento el animal no acumula grasa.
“Se pueden hacer un montón recetas, estofado, a la estaca. Y bajarlo a lo cotidiano: para picada, albóndigas o empanadas”, enumera quien estuvo al frente del Festival Gastronómico que impulsa el arte culinario local.
Surcando el canal
Un tango de Julio Sosa matiza la espera a bordo del catamarán que llevará hacia las agua del Beagle. Adentro está para remera, pero afuera, en la proa, para campera y gorro. A la izquierda aparece el Monte Olivia; a la derecha, la península y los edificios del aeropuerto. Y más allá, el final de la cordillera, y las islas Navarino y Hoste, del lado chileno.
Llega la hora de las sorpresas al acercarse a la Isla de los Pájaros, y luego a la Isla de los Lobos, con los lobos marinos de uno y dos pelos como estrellas que descansan y toman sol sobre las rocas. Alrededor, los cormoranes imperiales (fácil de confundir con pingüinos) le dan contraste a un paisaje único. Ambas islas, aclaran por altoparlante, forman parte del archipiélago Bridges.
La foto con el Faro Les Eclaireurs (que muchos confunden con el Faro del Fin del Mundo) de fondo resulta imperdible. Un benévolo rayo de sol lo ilumina para una composición perfecta.
A todo vapor
Son las 11 y pico del día siguiente y la gente hace fila en la estación. El Tren del Fin del Mundo invita a revivir los últimos 7 kilómetros del original recorrido que hacían los presos desde la cárcel de Ushuaia hacia la ladera del Monte Susana para obtener materiales para la construcción.
“Pasamos por el zigzagueante río Pipo, el cementerio de árboles y el imponente bosque donde algunos caballos escarban para hallar qué comer”, enumera Gabriel Ramírez, un joven maquinista de apenas 36 años que va y viene hasta seis veces en temporada alta. El diálogo se da en la primera parada de 15 minutos, en la cascada La Macarena, que exhibe su mirador. El ferrocarril de troncha angostísima, con elegantes vagones donde brindan relatan la historia en varios idiomas, va rumbo al Parque Nacional Tierra del Fuego.
“Tiene un quemador a gasoil, con eso calienta el agua de la caldera y produce el vapor para que funcione la máquina”, explica sobre su “criatura”.
Adelante, desde la entrada al Parque, se despliegan senderos para recorrer a pie. Se destaca el de la Bahía Lapataia, que nace justo en el punto donde finaliza la Ruta 3. Y parece prolongarse lejos.
Es que en estos parajes blancos y lejanos todo finaliza. Y también puede ser el principio de mucho.
Dónde alojarse. La ciudad cuenta con tres hoteles 5 estrellas: Arakur, Los Cauquenes y Las Hayas, desde $ 6.000 la noche en habitación doble. Además, una gran variedad de hoteles con excelentes propuestas y gastronomía de autor como Altos Ushuaia, bed & breakfast y hostales para todos los bolsillos.
Cuánto cuesta. Cerro Castor: medios de elevación por día en temporada alta, $ 2.265 adultos y $ 1.585 menores. En temporada media, $ 1.890 y $ 1.320, respectivamente. Alquiler de equipos: campera, pantalón, enterito o botas, $ 335 por 1 día, $ 990 por 3 días. Guantes y antiparras, $ 250 y $ 590, respectivamente. Equipo junior completo, $ 475; snowboard completo, $ 770 (ambos por 1 día); y $ 1.275 y $ 2.030 por tres días.
Museo Marítimo y del Presidio: $ 450 por adulto; ticket familiar, $ 1.050.
Navegación por el Canal Beagle (2,5hs), $ 1.880. Incluye Isla de los pájaros, Isla de los Lobos y faro Les Eclaireus (rumbo sur. com.ar).
Tren del Fin del Mundo. En clase Turista, $ 1.500 (sólo el recorrido). Niños de 4 a 12 años, $ 750; hasta 3 años, gratis. Primera Clase: $1.800 (incluye una bebida y medialuna). Clase Premium, $ 2.100 (bebida caliente, bebida fría, sándwich de cordero o cazuela de centolla).
Excursión “Noche de pioneros”, $ 3.850 adultos y $ 2.530 menores de 11 años. Incluye traslados, travesía en moto de nieve, caminata con raquetas y cena en el refugio (www.ushuaiablanca.com.ar).
Qué comer. Morada del águila, en Cerro Castor:cordero fueguino, guarnición y postre, $ 850 adultos y $ 550 chicos.
El Mercado:sopas caseras, $ 230; ensaladas, desde $ 310;risotto de frutos de mar, $ 520; lasaña, sorrentinos y otras pastas, a partir de $ 440.
Almacén Ramos Generales: ragout de conejo, $ 440; salmón al grill, $ 550.
Menú de 4 pasos: chupe de centolla, carpaccio de bife de chorizo estilo Thai, lomo de cordero con mostaza de Dijon y polenta, y queso y dulce, $ 1.800. Incluye maridaje de vinos para cada paso.
Dónde informarse. www.turismoushuaia.com / visitushuaia.tur.ar / www.tierradelfuego.org.ar
