Mensaje de equilibrio ayer de Alberto F. tras haber triunfado en la PASO. El dilema del fondo de la olla para el macrismo. El desafío que se abre hoy.

Alberto Fernández prometió anoche que “a partir de ahora se terminó el concepto de venganza y de grieta”. Esa frase demuestra en su total magnitud muchos de los errores que cometió el macrismo en su estrategia desde que llegó al poder. Era Mauricio Macri quien debió llevar a la práctica esa intención y no lo hizo. Por el contrario, la polarización extrema, impulsada por ambos, terminó jugando a favor de la fórmula Fernández-Fernández. Ese ejercicio electoral que siempre recomendó Jaime Durán Barba tenía sentido siempre y cuando la economía (comprendiendo en este caso estrictamente la sanidad de los bolsillos de los argentinos) no diera dolores de cabeza. Y la economía le trajo al Gobierno casi todos los problemas que podía aportarle.

La sorpresa de ayer no solo fue el voto en contra de Macri de las clases más complicadas en el conurbano bonaerense: a Juntos para el Cambio lo abandonó el voto de la clase media de las grandes ciudades del interior. Solo Córdoba se mantuvo firme en su apoyo al Presidente y esto por el antikirchnerismo militante extremo que caracterizó siempre al peronismo local.

Desde hoy a la mañana cada una de las partes deberá decidir que hace con el resultado de las PASO de ayer. Estas primarias que en realidad no lo son porque actúan como una enorme encuesta que se asimila a la primera vuelta electoral, no sirve para definir legalmente nada, más allá de las candidaturas en donde se compita. Pero la PASO envía un mensaje que ordena la política y habrá que ver como lo usa cada uno. En particular el Gobierno que soportará la peor parte en cuanto al impacto que comenzó a blanquear anoche el sector financiero.

De ahí lo que se anunció siempre: las PASO no definen nada, pero la intensidad del mensaje si puede hacerlo. Macri necesitará de toda su creatividad desde hoy no solo para intentar dar vuelta esos 15 puntos de diferencia.

Nada de lo que se conoció ayer estaba en los planes de algún encuestador. Las consultoras del ramo pasaron nuevamente uno de sus papelones históricos. En el mercado la euforia del viernes pasado, basada en un par de mediciones que daban a Macri y Miguel Pichetto incluso un par de puntos por encima de los Fernández tendrá algún análisis penal, más allá de los político y económico.

A partir de ahora habrá cambio en las campañas. Empieza otra, totalmente distinta, al menos para el macrismo. Deberá enfrentar, en principio, una derrota como nunca estuvo acostumbrado. También asumir el daño producido en los aliados más cercanos: María Eugenia Vidal pagó carísima la lealtad demostrada al no desdoblar la elección. Horacio Rodríguez Larreta, el ganador de ayer, también tiene que mirar sus números con cuidado.

Y todos deben salir a la búsqueda de un voto que está en el fondo en una olla en la que queda poco. Ni sumando los votos de Roberto Lavagna, el UNITE de José Luis Espert y el frente NOS de Juan José Gómez Centurión se llega a compensar la diferencia de 15 puntos que logró Todos. Deberá el macrismo bucear en otros puntos

Mientras tanto, Alberto Fernández, con un mensaje conciliador, marcó anoche el rumbo. Parte de ese camino se parece mucho al discurso que propio Macri ensayó en diciembre del 2015. Habló de “un mensaje para las pequeñas y medianas empresas” y hasta hizo propio el corazón mismo del Cambiemos original: “Nosotros somos el cambio”.