De una forma casi única, la ciudad está ubicada en un ambiente de ecotono, punto medio entre el húmedo bosque andino patagónico (unos 30 kilómetros hacia el oeste) y la estepa (que se extiende como meseta árida descendiente hacia el Atlántico).

Cerros y espejos de agua armonizan la convivencia entre estos ambientes tan opuestos y cercanos, dotando a Esquel de una singular diversidad de especies residentes y migrantes, que no se repite en otras localidades de la región. Durante el año, la vida silvestre muta con la llegada de cada estación, generando novedades permanentes para los gustosos del avistaje y toda la variedad de actividades del ecoturismo.

El entorno invita a la agudización de la mirada y de la sensibilidad.

Esquel es un paraíso intermedio entre los colores intensos del bosque de lengas, con sus arroyos y cascadas que se esconden donde desde el cielo sólo se ve un impresionista manchón verde; y el horizonte insondable de la estepa, transmitiendo libertad y esperanza, con el sol dorado en sus amaneceres y atardeceres conmovedores.

Senderos trazados

Si bien cada quien puede salir con su paciente caminar, sus binoculares y su cámara a recorrer lugares, pretendiendo sorprenderse con el avistaje de lo inesperado; en Esquel hay guías especializados que vienen trabajando hace unos años en el diseño de recorridos que permitan acercarse a la diversidad de la vida silvestre en término de una o dos jornadas, una semana e incluso quince días.

Cada año también se ofrecen safaris fotográficos estacionales de cinco días en los que se recorren 1200 kilómetros en camionetas 4x4, para reconocer la transición bosque - estepa. Estas salidas se realizan tanto en primavera como en otoño e invierno, permitiendo de esa manera observar la evolución anual de las especies, las adaptaciones para sobrevivir y los cambios que se producen en el paisaje.

Estas excursiones extensivas tienen por objetivo contar con el tiempo necesario como para que el reloj no obture la tarea de la observación, priorizando los horarios de luz natural para capturar las mejores postales. En la unión de los océanos, se recorren ambientes contrastados de bosques, volcanes, glaciares colgantes, con la selva valdiviana en el oeste y la árida costa Atlántica en el Este.

Caminos de ripio secundarios llevan a sitios poco visitados y paisajes vírgenes que, fuera de los circuitos turísticos habituales, desbordan la capacidad de asombro de los aventureros exploradores. Empero, los lugares más característicos de este recorrido no quedan excluidos: el Parque Pumalin en Chile, el Parque Nacional Los Alerces (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), Piedra Parada y la Bahía Bustamante, entre otros atractivos.

La intransferible experiencia de mirar

Cada mirada depende no sólo de las cualidades del observador sino de la oferta del entorno e incluso del contexto del grupo en el que se desarrolla. Una amplísima gamma de observadores, motivados por diversos intereses que van desde la curiosidad, el registro fotográfico, la ecología y el cuidado ambiental al fanatismo obsesivo por tales o cuales especies y la contemplación zen de la naturaleza.

Caminos guiados

Los guías acompañan a los contingentes, transmitiendo sus saberes y facilitando la tarea de cada excursionista. Hay un objetivo que subyace en cada salida, el de ayudar a tomar conciencia ambiental a partir de la belleza del entorno y de cada una de las especies. Se confía en que el hecho de conocer la vida y el comportamiento de las especies, ayuda a cuidarlas.

Hay senderos trazados que se van afirmando: los safaris fotográficos se van consolidando en el país. Y en Esquel, hay un claro ejemplo de ello. La cordillera, los lagos, la cascada, el atardecer en la estepa, el otoño que enrojece las lengas, las aves que se van y que vuelven. El entorno invita a la agudización de la mirada y de la sensibilidad.