La vieja práctica del nepotismo en el poder, tan antigua como la civilidad misma, se ratifica como un vicio que no conoce de signos partidarios ni de formas de gobierno.
Lo que comenzó como una práctica, casi instintiva, por designar allegados cercanos a los círculos de poder, principalmente familiares, se perfeccionó en el tiempo y encontró en el Estado moderno una maquinaria engranada para continuar con su perpetración.
En su momento, el ex diputado provincial Lagna de Venado Tuerto, publicó un libro titulado “La Familia Socialista” que desnudaba a todos los familiares de los dirigentes socialistas en los cargos públicos a nivel local, provincial y nacional.
En los últimos días, se conocieron nombramientos y adscripciones en distintas dependencias del Estado pero el más resonante es el de 38 familiares de manera arbitraria en el Tribunal de Cuentas de Santa Fe, con el único fundamento de poseer un lazo consanguíneo con quienes se encuentran enquistados en posiciones de jerarquía.
Santa Fe no ha podido o no ha querido romper con la cadena de nombramientos familiares dentro de todas las estructuras del Estado. La clausura de concursos por antecedes y oposición demuestra la desidia de la voluntad política.
A diferencia de tiempos pasados, donde el ocultamiento o el soslayo de la información era posible, actualmente, nos encontramos en momento histórico donde Internet y los medios de difusión masiva permiten hacer visible el entramado de las designaciones.
El nepotismo se ha convertido en una radiografía de la política que ha reverberado lo peor de ella y ha profundizado vetustas costumbres que no terminan por desaparecer.