Con el camino allanado hacia el profesionalismo por su graduación universitaria, el santafesino Santiago Grassi estudia las ofertas de varias franquicias estadounidenses para competir en la Liga Internacional de Natación, siendo el primer argentino en participar en una cita que convoca a las estrellas mundiales.
El surgido en Unión afronta sus últimos días como estudiante de marketing y gestión de información de sistemas en la Universidad de Auburn, Estados Unidos. Con 23 años (25 de septiembre de 1996) y al cabo de cuatro temporadas, termina la carrera con las calificaciones más altas y se retira como capitán de Los Tigres, nombre que recibe el equipo universitario al que pertenece.
El nacido en la Ciudad de Garay, que participó de los últimos Juegos Olímpicos de Río 2016, es consciente que llega a un momento clave de su vida donde la palabra “profesional” comienza a serle familiar, no solo por su inminente graduación sino por la posibilidad de formar parte de la Liga Internacional de Natación (ISL en inglés), cita de la que participan los mejores exponentes del planeta y que le permitirá ganar dinero para sostener su carrera deportiva y su residencia en los Estados Unidos.
Una rebelión con ganadores
Que los deportistas alcen la voz ante sus federaciones por la forma en que se los reconoce económicamente no es nuevo y esto es lo que precisamente pasó en la natación hace un par de años. Liderados por la húngara Katinka Hosszu, tal vez la máxima expresión de este deporte en damas actualmente, un grupo reducido e influyente de este deporte se rebeló contra la Federación Internacional (FINA) y sedujo al empresario ruso Konstantin Grigorishin para invertir lo necesario y crear la liga mundial.
La movida tuvo momentos de tensión, porque FINA amenazó con suspender a quienes participen en la Liga –el inicio estaba programado para diciembre de 2018– y los nadadores respondieron con una presentación judicial argumentando prácticas antimonopólicas por parte de la Federación.
El conflicto de intereses se resolvió, como era de esperar, con la aplicación de la fórmula “win-win” (“ganar-ganar”) típica del mundo de los negocios, con FINA reconociendo la ISL aún a costa de no intervenir en la fiscalización del evento, pero al mismo tiempo anunciando un circuito similar bajo su órbita: la “Champions Swim Series” (CSS), algo así como una “Diamond League” acuática.
Los nadadores consiguieron así el doble de lo que imaginaron en términos cualitativos y cuantitativos. Por un lado la realización de la ISL financiada por capitales privados y de la CSS con fondos federativos, y por el otro la posibilidad de que el dinero llegue a un número mayor de nadadores incluyendo aquellos que, aún sin ser medallistas olímpicos o mundiales, alcanzaron un excelente nivel, como es el caso de Santiago.
El deporte profesional se podría concebir o explicar de dos formas: nivel de dedicación y el dinero que se gana. Por su condición de becario dentro del sistema universitario estadounidense –que le prohíbe terminantemente realizar cualquier actividad que le pueda generar ingresos-, Santiago Grassi siempre perteneció al primer grupo, pero a partir de su graduación tiene el camino allanado para sentarse y conversar con las franquicias que demostraron interés en contratarlo.
Indudablemente, el hecho de residir en Estados Unidos y tener los resultados positivos le dio la visibilidad que necesitaba para llegar a este momento. Los entrenadores que entraron en contacto ya lo conocen, saben de su aptitud y sobre todo su actitud, reflejada en la evolución que tuvo en la natación universitaria de dicho país, donde al cabo de cuatro temporadas se convirtió en uno de los más destacados de la conferencia del Sudeste norteamericano.
Los Ángeles Current, New York Breakers y DC Tridents son las tres franquicias que lo pretenden en sus equipos. En estos días el santafesino está decidiendo su futuro y tiene en claro cómo pretende afrontar los mejores años de su carrera deportiva: participando de la ISL para seguir evolucionando y demostrarse a sí mismo que lo que alguna vez soñó –que es pertenecer a la elite de la natación mundial- es posible.
Todo indica que terminará estampando su firma en un contrato que lo ligará a una de las franquicias y se convertirá de esta forma en el primer nadador argentino en participar en la liga mundial.
La primera edición de la ISL se realizó entre octubre y diciembre del año pasado con la participación de 8 equipos -4 europeos y 4 americanos- con 32 nadadores cada uno; en la fase de campeonato se disputaron seis etapas: las primeras cuatro fueron cruces entre dos conjuntos europeos y dos americanos, mientras que las últimas dos fueron torneos entre escuadras de la misma franquicia.
El programa del campeonato incluyó las pruebas de 50 a 400 metros de los cuatro estilos, los 200 y 400 metros combinados y los relevos libre y combinados. La final, a la que accedieron por suma de puntos los cuatro mejores equipos, se llevó a cabo en diciembre en el hotel Mandalay Bay de Las Vegas, Estados Unidos, donde se consagró campeón el equipo francés Energy Standard.
El campeonato tuvo un presupuesto de 20 millones de dólares, de los cuales 6 millones fueron a los bolsillos de los nadadores por participación y premios. Con semejante realidad deportiva y monetaria no habrá nadador que no tenga como aspiración competir en esta liga, el torneo anual más importante del mundo acuático, que llegó con el propósito de hacer más popular el deporte, conseguir mayores audiencias, generar recursos en beneficio de los protagonistas y, por supuesto, sacudir las estructuras de una institución centenaria como FINA.
Fuente: LT10Nata