Es el Villa Moisés, el sector más postergado de la ciudad, que se cae del mapa de Venado Tuerto y presenta carencias de toda índole. Ahí abundan la desocupación y el trabajo informal, que se ve seriamente afectado en tiempos de cuarentena y restricciones para circular. Mala época para hacer changas.
Por eso la comida escasea en casi todas las casas y el hambre aprieta mucho más en las primeras noches frías que ya llegaron. Así quedó en evidencia el lunes, donde la fila se había hecho más larga de lo habitual a la espera de ese plato de guiso que caliente al cuerpo.
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Diego Tassello es un vecino como cualquier otro. Hace dos semanas, un miércoles que había llovido, pensó que más de una familia estaría con dificultades para comer. Entonces consiguió una olla un poco más grande que la de su casa y se puso a cocinar.
Esa noche llegó al Villa Moisés y llenó el plato vacío de varias personas. Las expresiones de gratitud y el saber que de no haber sido por su iniciativa en más de una casa no se iba a cenar, lo hizo volver al día siguiente.
Pero entonces se necesitaba aumentar el número de porciones. Sumó a su hermano Marcos y más personas del entorno familiar, consiguió una olla bien grande y salió a comprar los productos para cocinar. “En esta olla entran unas 130 porciones de comida, y llenarla cuesta unos 3 mil pesos en promedio”, describe Tassello, más conocido como Pepe.
“Los primeros días repartíamos en una esquina y después avanzábamos hasta otro punto del barrio para terminar de entregar la comida, pero desde hace un par de días ya nos esperan en la entrada del barrio y lamentablemente nos quedamos cortos, no nos está alcanzando para todos”, cuenta.
Claro que esa situación no los deja tranquilos, por eso el domingo fueron a buscar unas pizzas para darles a las familias que se habían quedado sin recibir su porción y el lunes les entregaron unos fideos para que al menos puedan cocinarse. “No te vas tranquilo si ves que alguien se quedó sin comer”, reconoce Pepe.