El presidente con mayor perfil deportivo de la Argentina. Fútbol, básquetbol, automovilismo, tenis, golf, hasta el arrojado sueño de organizar los Juegos Olímpicos. Carlos Saúl Menem, que murió este domingo, asombró al mundo con su estrecha relación con los deportes: como primer mandatario, entre 1989 y 1999, el catálogo de actividades, presentaciones y negociaciones para elevar al país en el mapa de los eventos internacionales de jerarquía y trascendencia basculó entre una estratégica planificación, el fanatismo personal y el oportunismo para tomar réditos y acrecentar la popularidad.
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Al día siguiente de consumarse la derrota 1-0 frente a los germanos, la selección fue recibida por Menem en la Casa Rosada: la imagen de Maradona, con la camiseta argentina y junto al director técnico Carlos Bilardo, saltando y cantando en el balcón frente a la multitud que desbordó la Plaza de Mayo, recorrió el planeta.
También durante su gestión la Argentina organizó en Mar del Plata los Juegos Panamericanos en 1995, otra acción espejada con la primera presidencia de Perón, que en 1951 celebró por primera vez los Juegos en el país. Una fotografía con Pelé, una postal para el recuerdo, aunque tres meses más tarde el astro brasileño rechazó una invitación del mandatario para jugar al tenis.
El automovilismo apasionaba a Menem y el rally era la categoría que le quitaba el sueño: en 1984 participó del Rally de la República Argentina, una fecha que era parte del calendario nacional, sudamericano e internacional y que se desarrolló por primera vez en Córdoba. Un Peugeot 504, con el N°71, identificó al entonces gobernador de La Rioja. Durante sus presidencias la Argentina recuperó, por cuatro años, entre 1995 y 1998, un espacio en el calendario de la Fórmula 1. El 8 de abril de 1995 y después de 14 temporadas, el Gran Circo regresó al autódromo Oscar y Juan Gálvez, de Buenos Aires. Una jornada lluviosa que no aplacó a los 53 mil espectadores, aunque dejó una imagen de desorganización y significó una mancha para el futuro. El cálculo, la especulación, no fue errónea: cuando las partes se sentaron a negociar, el mandamás de la F.1, Bernie Ecclestone, tenía dos propuestas y una estaba gestionada por el Gobierno Nacional. Pero la puja de la conducción política con los empresarios, los sponsors y aportantes de los millones de dólares que se precisaban derivó en una historia de celos, traiciones e improvisación que terminó en fracaso.
Menem y Scioli compartiendo lancha en 1989
La última visita de la F.1 tuvo como vencedor a Michael Schumacher, con Ferrari; al siete veces campeón lo recibió en Olivos. Pero Menem tuvo la suya: no un monoplaza, si no el modelo 348tb -el peor, según la consideración de Luca Cordero di Montezemolo, presidente de Ferrari por aquellos años-, que recibió como regalo del empresario italiano Massimo Lago. El riojano se jactó de manejarla hasta Pinamar a 190km/h.
Los Juegos Olímpicos fueron una ilusión para Menem, que tuvo a tres secretarios de Deportes durante sus mandatos: Fernando Galmarini -en su gestión se construyó el Cenard, deportivamente los Juegos de Barcelona 92 fueron catastróficos en materia de resultados-; Livio Forneris -riojano, resultó ser profesor y masajista del jefe del Estado y su ciclo finalizó de manera escandalosa, con denuncias de corrupción-, y Hugo Porta, un emblema de Los Pumas, que disimuló con diálogo y buenas intenciones el despego de la gestión con el deporte cuando la década menemista se apagaba.
La organización de los Juegos Olímpicos de 2004, un desafío que tuvo un tinte efectista más que efectivo. "La Argentina tiene un 95% de posibilidades, no me queda ninguna duda. Así lo hemos avizorado en nuestros contactos durante los últimos días", pronosticó Menem, antes de la apertura de los sobres y que se conociera la elección del Comité Olímpico Internacional. Nada más alejado de la realidad: Atenas superó a Roma y Buenos Aires fue eliminada en la primera rueda de votación. El sueño tuvo un costo de 10 millones de dólares.
De la gestión al protagonismo
"Soy un consumado deportista y no un consumido deportista", advirtió Menem el día que reglamentó la Ley del Deporte. No faltó a la verdad o al menos hizo todo lo que estuvo al alcance para exhibirse junto a figuras consagradas del deporte. "Carlitos deportista", lo describió en un artículo el periodista Carlos Ares para el diario El País, de España, a quien mes y medio después de tomar las riendas de la Nación se vistió con la camiseta N°5 de la selección para jugar con Maradona, ante 40.000 personas, en la cancha de Vélez. "Los que tenemos conocimiento del fútbol no hace falta que hablemos: hay que correr, ingeniárselas en la cancha", le dijo Menem a Enrique Macaya Márquez, en la previa del cotejo denominado "Gran Partido de la Solidaridad". Ya en la cancha, aseveró: "Qué más, presidente de Argentina y estar con estos ídolos, porque son mis ídolos". Compartió formación con Claudio Caniggia, Nery Pumpido, José Luis Bown, Sergio Batista, Ricardo Giusti, Julio Olarticoechea, Néstor Fabbri y Alejandro Alfaro Moreno. Por ese encuentro benéfico, fue tapa de la revista El Gráfico.
Menem y Maradona: el partido con la selección argentina de fútbol
La experiencia la repitió junto con las principales estrellas del básquetbol argentino en el Luna Park; participó con Carlos Reutemann en la "Carrera de los Famosos" que organizaba Fiat; jugó al tenis con Guillermo Vilas y Gabriela Sabatini y al golf con Roberto De Vicenzo, Eduardo Romero, Ángel Cabrera. y hasta con el español Severiano Ballesteros en Suiza; posó con la camiseta de Los Puma, el buzo del piloto de F.1, Esteban Tuero. Fanático y socio de River, de buena relación con Ramón Díaz -otro riojano famoso y con identificación millonaria que visitó la quinta presidencial de Olivos junto a algunos futbolistas en el tricampeonato de los años 90-, las fotografías con Enzo Francescoli, a quien le entregó junto con el presidente uruguayo Julio Sanguinetti una plaqueta en el vestuario del Monumental, el día de la despedida del Príncipe, o junto con Joao Havelange y Julio Grondona, presidentes de la FIFA y la AFA, respectivamente, demostraciones de la relación que Menem estableció entre el argumento político, el poder y la admiración desmedida por los protagonistas, con el deporte.