El 7 de noviembre de 1970, hace 52 años, el boxeador Carlos Monzón lograba uno de los hitos en la historia del boxeo noqueando al italiano Nino Benvenuti. Por esas vueltas de la vida, un joven médico santafesino fue partícipe del proceso de preparación del deportista.
Conrado Aparo nació en el hospital Italiano de Santa Fe el 18 de julio, "el mismo día que nació Mandela", pero de 1942. Hace poco cumplió sus 80 años y hace 60 que vive en Sauce Viejo.
"Cuando vine a vivir acá no había nadie, no sé si llegábamos a mil habitantes", comentó en diálogo con Cadena OH!. Recientemente, el Concejo Deliberante, por unanimidad entre los seis integrantes, lo nombraron ciudadano ilustre de la ciudad.
Se recibió de médico a los 23 años en la Universidad Nacional de Córdoba. A los 28 años se encontraba en Italia becado. "Me había recibido e hice toda mi residencia en Córdoba. Lo conocí a quien fue mi maestro en Italia, en un congreso en Paraguay en el año 1966. Yo le había dicho que si tenía un lugar para una beca, en una universidad italiana que recién se acababa de inaugurar. Y así fue", detalló.
Su padre, madre y tía decidieron ir a visitarlo. Se encontraban en Italia cuando se desarrolló el encuentro entre los boxeadores. Fue el hombre que le infiltró la mano derecha, la del nocaut, para que Carlos no sintiese dolor en la pelea. Lo hizo minutos antes de salir desde el hotel Sporting al Pallazo dello Sport.
"Él tenía una lesión común, artrosis intercantal. Así que lo infiltramos, que significa colocar un anestésico pasando la piel. No querían que se hiciera dentro del ring, no se iba a permitir eso. Y estaba la duda de si iba a poder pelear. Nosotros lo infiltramos en el hotel. Yo también le tomaba la presión, charlaba con él un rato. Pasaba por el hotel. Aquella pelea fue extraordinaria", explicó por último.
"...El remisero tocaba bocina. Su auto estaba en la misma puerta del hotel. No había más nada que hacer: tendría que pelear sin infiltración... Aparecieron dos médicos argentinos radicados en Roma... Nunca supimos de dónde los habían sacado... La cuestión es que uno me agarró una mano y el otro la otra... Cuando terminaron salimos volando. Yo me enchufé la bata y un sobretodo arriba. En el auto me fui ajustando los cordones de las botitas...", recordó Carlos Monzón en "Mi verdadera vida".