Parece el argumento de una película de ficción. ¿Un cerebro fuera del cuerpo humano? ¿Puede pensar? ¿Logra sentir? Apenas estamos hallando la punta externa del ovillo con investigaciones como las que realiza Madeline Lancaster desde una incubadora del tamaño de un frigobar, en su laboratorio del campus biomédico de la Universidad de Cambridge.

Por ahora, estos mini cerebros flotan en placas de líquido rosa. Se ven como pequeñas manchas blancas, cada una del tamaño de una lenteja, pero son grupos de células nerviosas. Todavía los científicos consideran que es una estructura demasiado primitiva y diminuta para procesar pensamientos, sentimientos o conciencia. Aseguran que tiene similitudes con el cerebro de un feto humano de 12-16 semanas y podría ser la clave para comprender el desarrollo del cerebro humano.

Madeline Lancaster, que dirige el trabajo, confiesa: "Nos gusta pensar en ellos como mini cerebros en movimiento". En marzo de este año, ella y su equipo anunciaron que sus organoides (así se llama a la versión en miniatura de un órgano) pueden lograr la contracción de un músculo cuando están conectados a la médula espinal porque así lo lograron en ratones. No es poca cosa: esto significa que los organoides cerebrales están generando impulsos eléctricos.

Queremos usar esto para estudiar enfermedades y comprender cómo se configuran estas redes en primer lugar

Mini cerebros ¿Para qué?

La médica argentina Astrid Margossian también trabaja con organoides, pero de tumores. Desde Seattle, Estados Unidos, nos comenta que el fin de estas investigaciones es comprobar de manera “extracorpórea” qué drogas funcionan o cuáles no, sin experimentar sobre el paciente.

"Ellos lograron que a partir de las células nerviosas embrionarias, crezcan lo que llaman 'mini cerebros'. Son conjuntos de neuronas que pudieron crecer pero cuando aumentan un poquito más de tamaño, terminan muriendo. Al cortarlas en pequeñísimas rodajas, en ese liquido rosado, logran mantenerlas", explica claramente a Con Bienestar.

Este "cerebrito" solamente tiene un par de millones de neuronas, mientras que uno completamente desarrollado cuenta con 80 o 90 mil millones. En términos de volumen, esta poca cantidad de células cerebrales lo coloca junto a los cerebros de una cucaracha o un pez cebra, uno de los más comunes en los acuarios .

"Estamos permitiendo que estas células se desarrollen por sí solas en una conformación 3D, que es la forma en que el cerebro se desarrolla naturalmente", describe Madeline. Si lo visualizamos a través de un microscopio de alta potencia las millones de neuronas lucen como una red celular enredada muy similar a un cerebro humano embrionario.

"Podemos estudiar las sinapsis y las primeras diferencias de desarrollo neuronal ", asegura Gray Camp, genetista del Instituto Max Planck de Antropología evolutiva, en Leipzig (Alemania). A partir de organoides cerebrales, Gay busca comprender la evolución del cerebro humano y demostrar si hay diferencias biológicas sustanciales.

"Ellos lo piensan desde el punto de vista que esto es muy útil, primero para entender un poco las enfermedades del cerebro, las enfermedades de las neuronas y por otro lado se puede llegar a hacer trasplante con esto, de sectores cortados, de neuronas cortadas. Habrá que ver la aplicación de todo esto pero las posibilidades son infinitas", opina nuestra referente local en organoides, Astrid Margossian, que recientemente fue designada como Chief Medical Officer de Sengine Precision Medicine, centro de investigación del cáncer, integrado por científicos del Fred Hutchison Cancer Center, con el asesoramiento del profesor Lee Hartwell, Premio Nobel de Medicina de 2001.

En general, los científicos ven a los organoides como una ruta para comprender cómo se desarrolla el cerebro humano y para que la industria farmacéutica tenga otra opción a la hora de probar el efecto de las drogas. Al mismo tiempo, los bioéticos están anticipando un posible futuro en el que la tecnología avance hasta el punto en que los mini cerebros comiencen a pensar.

"¿Van a tener conciencia o capacidades cognitivas?, en realidad no podemos saberlo, hasta ahora creemos que no", deduce Margossian. "Es tremendamente emocionante ver evidencia de tractos nerviosos funcionales que crecen fuera del desarrollo del tejido cerebral humano y estimulan otros tejidos", cierra el investigador Gray Camp.

Los investigadores están entusiasmados en descifrar el cerebro con esta técnica pero los experimentos ya plantean un debate ético sobre el futuro de esos tejidos.