Otra vez la violencia le ganó al fútbol e hirió de muerte al deporte de la ciudad. Lo que tenía que ser una fiesta terminó siendo una vergüenza, no aprendemos más como sociedad.
Solo duró 9 minutos lo que se programó casi seis meses, en 540 segundos destruyeron, quizás, lo que fue el último clásico de la ciudad entre Independiente y Ferro.
Desde adentro de la cancha no entendieron el mensaje claro y conciso de "un clásico sin violencia", los jugadores se comportaron como incivilizados y le dieron de comer a los violentos.
Sólo se salvan unos pocos, el resto deja mucho que desear lamentablemente.