La historia comenzó en marzo de 2019 cuando Pablo Lavallen llegó a Colón. La aventura deportiva llevó al equipo Sabalero, por primera vez en 115 años de vida, a jugar una final de Copa Sudamericana. En Santa Fe se desató un furor tal, como el que describe Fontanarrosa al comienzo de la nota, y hubo gente que se fue en bicicleta hasta el estadio la Nueva Olla en Asunción. Las 40 mil personas que acompañaron a Paraguay a los dirigidos por Lavallen vibraron al comienzo del partido con la versión futbolera de El Parrandero que el legendario grupo de cumbia santafecina Los Palmeras bautizó como Soy Sabalero. Si bien la fiesta para los de Colon no terminó de coronarse con una victoria -perdió 3 a 1 con Independiente del Valle - las tribunas rugieron con el hit del año y con la voz de Rubén Deicas.
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“Para nosotros como cuerpo técnico la experiencia fue excelente. Los nueve meses que trabajamos en el club pudimos competir al máximo nivel en tres torneos: el local, Copa Sudamericana y Copa Argentina. El tema es que enfrentamos ciertas dificultades que tiene un club como Colón. Para jugar un partido contra Zulia en Venezuela teníamos que ir a Ezeiza primero, que ahí tenes seis horas de micro, y después el avión. Y para volver era lo mismo. Son doce horas más de traslado a diferencia de un equipo de la capital y eso te achica el tiempo de recuperación. En nueves meses jugamos 36 partidos, un partido cada cuatro días. No tuvimos el tiempo que nos hubiese gustado para trabajar con los entrenamientos de adquisición de conceptos”, explica Lavallen.
- ¿Con qué otro tipo de problemas se enfrentaron?
- Los problemas más que nada se dieron cuando llegamos. Llegamos a un club en el que se decía que había mucha desidia. Los mismos jugadores lo decían. La primera charla que tuve con el plantel fue para comprometerlos con la competición, pero en el medio como contraparte el jugador te decía 'bueno, pero ahora cuando vayas a hablar en la utilería y te digan que no hay ropa o que la ropa no la lavaron y la tenes que usar sucia…'
El Pulga Rodriguez, por ejemplo, tuvo que hablar con la cervecería Santa Fe para que vinieran a hacer los vestuarios nuevos y le pusieran los casilleros a cada uno de los jugadores. Había un banco largo como en una canchita de fútbol 5. Y frente a eso teníamos dos caminos: o nos amoldamos a la estructura del club o salíamos a hacer lo que hicimos: luchar contra eso para conseguir cosas. Fue un doble laburo que nos terminó desgastando. Desde lo deportivo fue lindo pero desde lo institucional estábamos como en un velorio por el estrés que significaba convivir y luchar permanentemente contra gente que supuestamente estaba de tu lado.
- ¿Cómo fue la respuesta de los hinchas después de perder la final?
- Tengo un sentimiento ambiguo con el trato de la gente. Lo de Paraguay nunca lo vi, sentir lo que sentí cuando entramos a la cancha fue maravilloso y era para sacarse el sombrero. Al día de hoy lo sigo viendo y se me pone la piel de gallina. Ahora, si vos vas y preguntas en Santa Fe qué pasa con nosotros, pienso que todavía somos resistidos. A una gran parte de la gente, la que se hacía escuchar por la prensa, nunca le pudimos entrar como cuerpo técnico. Eso me deja un sabor agridulce. Es como que no terminan valorando lo que llegó a alcanzar el equipo. En mis redes sociales todavía me siguen insultando porque perdimos la final, pero nadie se da cuenta que nosotros agarramos un equipo con problemas de descenso y que por primera vez en 115 años lo pusimos en una final. Y también por primera vez lo hicimos llegar a cuartos de final en una Copa Argentina, cuando antes nunca habían pasado la primea fase.
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Lavallen al día de hoy, un poco por las circunstancias de la pandemia y otro poco porque quiere disfrutar de su familia, está sin equipo. Participa de algunas charlas y espera que el tiempo se acomode para volver a trabajar. Estos años de transitar por clubes de primera lo fortalecieron en su tarea como entrenador y frente a la pregunta de cuál es su proyecto de trabajo en los clubes, corrige y dice que él tiene metodología. “Está mal utilizada la palabra proyecto. Los cuerpos técnicos no tienen que tener un proyecto de trabajo, tienen que tener una forma o una metodología y el club es el que tiene que tener el proyecto. Tiene que tener un proyecto de fútbol y para eso tiene que tener un director deportivo que baje línea a los entrenadores y decirle mira, acá se juega como el Ferro de Griguol. Entonces todas las categorías entrenan para que los jugadores se formen con ese estilo. O acá se juega como la escuela histórica de Argentinos Juniors, o como River, o como Boca”, explica.
Entrevista de Página 12