Por Ricardo Bianchi y Mario Ibaldi
Con una población de un millón cuatrocientas mil personas, Montevideo vive la
faltante de agua potable más importante de los últimos setenta años.
El agua es el bien material supremo, por encima de cualquier otro, para la vida.
Cuando uno tiene el hábito de consumirla y usarla a voluntad, no toma conciencia
de lo que es disponer de este insumo básico.
Pero cuando ocurren acontecimientos como el presente, que afectan
profundamente el hábito de vida y dejan expuestas nuestras necesidades más
esenciales, volvemos a rebobinar sobre el porqué no se realizaron las obras
necesarias que hubieran impedido llegar a esta situación tan extrema y también
porque no hacemos un uso más racional del agua.
Pero por encima de repartir culpas, los responsables y encargados de superar este
amargo trance, deben abocarse de lleno a tomar las medidas conducentes para
poner las cosas en orden en el menor tiempo posible e instalar las bases para que
no se repitan estos desaciertos, planificando y ejecutando lo que corresponda con
miras al futuro donde, con seguridad, los cambios climáticos incidirán en nuestra
existencia de distintas formas.
Por fuera de la geografía de Montevideo y la República de Uruguay, vivimos
nosotros, sus vecinos, los que no podemos jugar solo el papel de espectadores
pasivos. Tenemos la obligación moral de sacar la solidaridad a flote, por más que
este durmiendo subyacente bajo la piel dura de un giro social ideológico, que viene
como un sunami expandiéndose desde muchos rincones del mundo, hacia el
espectro de lo que se denomina “la derecha”.
La solidaridad humana es un bien supremo, que tiene la virtud de ser contagiosa
cuando la misma se pone en marcha. Esto está probado en muchos antecedentes
que nos regala la historia de nuestro país y del mundo.
No hacen falta consideraciones muy profundas ni recapitulaciones extensas.
Lo que se necesita urgentemente es la acción a partir de algunas ideas e iniciativas.
Aquí desplegamos una, seguramente habrá muchas otras, de la cual habrá que
comprobar su viabilidad en el menor tiempo posible.
Se trata de disponer en ayuda del pueblo hermano, del agua potable que las plantas
de tratamiento de Aguas Provinciales de Rosario y AySA en Buenos Aires, provenientes del Río Paraná, del margen excedente que todo proceso reserva para
situaciones extremas dentro del radio de actuación, (podemos estimar este
excedente en 150.000 metros cúbicos diarios), para derivarlo, vía buques cisternas
a la ciudad de Montevideo, superando las dificultades técnicas, como sería la carga
de agua potable a las naves por un proceso de reversa. Existen empresas
internacionales que disponen de estos buques cisternas para utilizar en estos
eventos.
Si los informes técnicos de las plantas referidas, confirman que pueden disponer
de ese margen, los volúmenes pueda que no suplan la totalidad de las necesidades
de las habitantes de Montevideo, pero seguramente obrarán como incentivo para
broten otras iniciativas del ámbito latinoamericano.
Las estimaciones de la crisis hídrica dicen que, por lo menos, para los próximos 30
días o más, esta situación de faltante seguirá igual o peor. Esperemos que la
naturaleza también ayude obrando con lluvias abundantes.
Si queremos hacer algo al respecto debemos ponernos en marcha ya, sin dilaciones
ni consideraciones de ningún aspecto, como pueden ser las diferencias geopolíticas
transitorias que hoy se hacen visibles sobre la región latinoamericana.
Debe privar, sobre todo, el sentido de hermandad y el destino en común que tienen
nuestros pueblos, nos acompaña la historia y el futuro.
Si podemos dar una mano al otro, hagámoslo, cuando lo hacemos nos convertimos
nosotros mismos en mejores personas.