Casi tres años y medio después, en el juicio por el crimen de Trasante que este miércoles tuvo su segunda audiencia, Carolina su viuda pudo declarar y contar los detalles de lo ocurrido. Después de sucesivas demoras por cuestiones técnicas, el tribunal dispuso el ingreso a la sala del segundo piso del Centro de Justicia Penal de la viuda de Trasante.
La calma aparente que mantuvo la mujer pese a la tensión de las últimas horas comenzó a mutar con algunos gestos. Cuando recordó el momento en que su hija fue a abrir la puerta porque tocaban el timbre se detuvo un segundo. Se rascó, casi que se acarició el brazo izquierdo con su mano derecha. Cuando el horror del pasillo volvió a su cabeza, tuvo un quiebre mínimo, se limpió las lágrimas con una servilleta blanca de papel.
El relato siguió en el interior de la casa, en el living donde estaba la escalera caracol desde donde descendió Trasante cuando los sicarios le pidieron a ella que lo llamara. El “yyyy” que pronunció Carolina como para retomar el hilo fue un largo lamento. En la tribuna de la sala, los militantes y dirigentes de Ciudad Futura y amigos lloraban solos, o se abrazaban, un pibe se tapó la cara con las dos palmas de la mano, como si estuviera viendo aquello.
–Él no llegó a bajar toda la escalera pero hizo el intento de bajar. Habrá llegado a dos o tres escalones y agacharse para ver quién estaba llamando o mirarme a mi. Eduardo alcanza a agarrarse de la escalera y mirar, cuando intenta enfocar y mirar, una de las personas, el más petiso de los que había entrado, levanta la mano y le dispara. Cuando levanta la mano, Eduardo tuvo el reflejo de levantar la mano y hace esto –relató Carolina y acompañó el gesto de alzar su mano derecha– y pega un grito. El joven da dos pasos más y enseguida hace otro disparo, y ya se estaba yendo para la puerta de la salida. Yo traté de atajarlo a Eduardo pero no pude, cayó debajo de un escritorio que teníamos al pie de la escalera y se fueron. Entraron como sin nada y se fueron como si nada de la casa.
Después de los disparos, los hijos se acercaron a ver qué había pasado. Eduardo empezó a sangrar por la nariz y la boca. Dejó de respirar a los pocos segundos. La nena de 11 le dijo a Carolina que ella se quedaba y que vaya a pedir ayuda. No encontraba su celular (de hecho nunca apareció pese a las investigaciones realizadas) para llamar al 911. Salió a la calle en busca de ayuda.
El fiscal Gastón Ávila, sentado en el escritorio que está frente a Carolina, le preguntó qué significaba para ella ese hecho. Ella respondió sin soltar la angustia.
–La muerte de Eduardo fue terrible no solo porque era mi compañero y papá de mi bebé (de dos años) sino por el hecho, la impotencia de ver tanta sangre y no poder pararlo, no poder hacer nada por él, fue terrible. Que sus hijos y mis hijos (él además tiene otros cinco chicos vivos y ella otros dos con parejas anteriores), porque él criaba a mis hijos como si fueran de él, lo vieran en esa situación. Mi vida cambió totalmente. Eduardo era el sostén del hogar, el que nos acompañaba. Siempre agradezco estar viva, porque pudieron habernos matado a todos, siempre agradezco eso. Pero no mataron solamente a Eduardo Trasante ese día, nos mataron a todos